Cartas

Esta nueva página quiere recuperar la magia del placer de leer o escribir una carta.  Esas escritas en una hoja de papel, con lápiz o lapicero, esas que en cada giro de la mano dejamos ir nuestro corazón, llevando sentimientos que son nuestra vida y que nos conforman y nos moldean.

Churrinche el único capaz de atravesar la niebla sin perder el Sur.

La mejor forma que se nos ocurre empezar esta página es poniendo una postal escrita hace 33 años, contestada hace unas horas.  Algo que nos demuestra que la carta es y será siempre un vehículo cuántico, que supera tiempo espacio y materia, para dejar eternamente el pensar y el sentir.

Es mi homenaje a mi hermano, a la amistad, a ese sentimiento que aunque lo hayan intentado «suprimir», sigue vivo, porque en definitiva es la vida misma.

«Hola botija !!!!
                            Después de la comunicación que tuvimos por teléfono,  (sabido es que el tiempo siempre es poco )siempre quedan cosas por decir ….
 
 Que buena idea  la página de Creando Mundos , y exelente lo que escribís ; ahora sumado  a esa narrativa tipo carta …. (que tiempos aquellos de las cartas .)
Demás está decir ,que por muchos años , los pocos medios de comunicación que había , uno de ellos era la carta .
Tonce , aquí te mando un tesoro que tenía guardado por mas de 30 años . Bo che ….un abrazo grande , grande como esta postal,  con pocas palabras ; pero que pintan un cuadro de amistad ; que superó las barreras del tiempo y abrazan muchos , muchos  años »  Aldo Panizza

Imagen de Vilanova i la Geltrú de hace 33 años, no existía la playa de la República.

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Carta después de una llamada «de larga distancia»

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La rueda de mate              (click para leer la carta).

Carta a un sueño

Iba caminando por la oscura y mojada calle. Sentía las deliciosas gotas deslizarse por mi cara, eran una caricia tierna, amorosa que las nubes me brindaban.

Escuchaba mis pasos que los ahogaba la soledad de la calle. A lo lejos, pero cada vez más cerca escuchaba la mar erizada rompiendo en mil olas que sonaban igual que un trueno constante, sin rayos, sin luces porque el negror de la noche todo lo tragaba.

Disfrutaba de las pequeñas gotas de agua que recorrían mi cara entonces en mi sueño, me fui a mi cabaña. La pequeña cabaña de troncos y techo de paja. La que tengo junto a un lago, al cual llego por un muelle palafitado, en el que me espera la barca. A la que subo para recorrer el lago, para ver los soles y las lunas reflejados en sus aguas calmas. Cómo me gusta mecerme en las aguas, mirando correr las nubes que forman figuras extrañas, o el vuelo en formación de las aves que pasan. Cerca de la costa maravillar mis ojos con los colores de las estáticas libélulas que se posan en nenúfares que pueblan las orillas del lago.

Hoy al llegar era primavera, el gigantesco jacarandá vestido de azul competía con el cielo, está ubicado a la izquierda viniendo desde el lago. Bajo su sombra hay una mesa y bancos de troncos de un viejo árbol caído en la tormenta. Todo su entorno está recubierto de una alfombra de flores azules que perfuman de calma las noches que paso sentado en los troncos escuchando grillos, lechuzas y ruiseñores, todos ellos salen de su refugio del bosque de pinos y hayas que se encuentra detrás de mi cabaña. Dos senderos conectan el bosque con la cabaña. Senderos que cuando entro me llenan el alma, porque puedo hablar con los árboles, escuchar sus risas cuando el viento se cuela entre sus ramas. Escuchar como si de la más exquisita sinfonía se tratara los trinos y cantos que pueblan de plumas el aire, los zumbidos alegres de colmenas de abejas colgando de ramas. El olor de las setas ocultas bajo la hojarasca. Y cuando mis pasos se sincronizan con los sonidos del bosque, mi alma lo es todo, árbol, pájaro insecto, seta, aire y calma.

Al otro lado de la cabaña, está el huerto, lleno de verduras frescas y perfumadas, bordeado de un cerco de rosas que con sus perfumes y colores me alegran amaneceres soleados o tormentosos, esas rosas siempre sonríen.

Un pequeño porche con suelo de listones de madera separa la entrada de los cinco escalones de acceso. Dentro, una gran estancia única con una chimenea de piedra, rodeada de un largo sofá con almohadones de colores ocres naranjas, rojos y amarillos. La chimenea está flanqueada por dos grandes ventanales que dan al lago, y sentado en el sofá, veo las más hermosas puestas de sol sobre el lago o las tormentas que descargan con rayos que intentan encender las aguas. Del medio de la estancia tengo una escalera de amplios escalones de madera maciza que sube a la habitación. Cuando subes ya ves en el suelo un confortable futón de lana cubierto por un mullido edredón. El techo de dos aguas está acristalado para así en las frías noches invernales poder beber las estrellas solitarias o acompañando a la luna.

Qué hermosa, cálida y cómoda es mi cabaña, que la tengo guardada en el continuo de los sueños, que es en donde se forman y crean todas las cosas que a nuestras vidas entran.

Hoy les escribo esta carta desde mi cabaña.

Segundo día de luna nueva de acuario de 2016.

Carta a mi «Ka» ese otro yo segun los antiguos egipcio

Hay veces querido amigo que no se si las cosas ocurren de verdad, quiero decir con una materia ubicada en un espacio y esta, discurriendo en una línea de tiempo, o si pasan simplemente en nuestras mentes y están todas las cosas surgiendo al unísono como un enjambre de abejas que salen del panal.

Tengo mis dudas desde que me enteré que lo que nos da la sensación de «solidez» de la llamada materia, son las cargas eléctricas (positivas y negativas), porque el átomo es prácticamente vacío, y la distancia del núcleo de este al primer electrón es comparable a la distancia que hay del sol a saturno,….una inmensidad.

Resulta que no lo atravesamos todo debido al electromagnetismo, que atrae o repele los átomos según las cargas eléctricas existentes, te acordás?…las cargas iguales se repelen y las cargas diferentes se atraen, uniéndose fuertemente.

A veces pienso que creamos un mundo tipo jaula, pero que si no fuera por él nos perderíamos el poder oler las fragancias más hermosas o las más horribles.  No podríamos sentir el tacto de una piel o del pétalo de la flor, o la rugosidad de la roca en la montaña, ni el calor del fuego, ni la fresca y húmeda brisa marina. Tampoco podríamos oír las más bellas melodías o el chasquido del rayo en la tormenta, ni ver los colores de la mariposa o la negra noche salpicada de estrellas.

La verdad, viendo esto, tengo que decirte: viva el electromagnetismo.

Por eso no se si envidiar a los neutrinos, esos tipos que como no tinen carga eléctrica, lo atraviesan todo,  no se «enganchan» con nada, y van como locos perdidos a toda velocidad por el universo.  Igual un día paren y se hagan negativos o positivos y empiecen a crear una «realidad», y a lo mejor hasta se enamoran.

Bueno perdoná si me fui por las ramas, yo te hablaba de esta duda que tengo, de si no es nuestra mente la que va proyectando y ordenando las cosas, los hechos, los acontecimientos de tal forma que los vivamos como si fueran «reales».

Vos pensarás que estoy loco, pero esto me vino porque de pronto, me llegó un olor a estofado delicioso y me encontré contigo, estábamos sentados haciendo un dibujo de un paisaje de montañas nevadas, con bosques y un río torrentoso que borbotaba alegre, seguro esa imagen nos vendría de una foto de la revista «Life»,  en casa la compraban, o de una de aquellas revistas chinas, de cuando los chinos eran comunistas y los gobernaba un tal Mao, porque vos sabés bien que en Montevideo y menos en el Uruguay no existen esos paisajes, aparte de los «reales» en dónde el campo y el cielo se unen en una clara frontera a la que nunca llegás por más que camines.  Estábamos sentados en la pequeña sillita metálica, plegable a modo de tijeras, con su color gris que el viejo había pintado con la pintura sobrante de pintar las puertas exteriores de la casa.  De mesa teníamos un cajón de frutas, vacío claro está, apoyado en uno de sus lados en el cual podíamos meter los pies dentro con toda comodidad a modo de pupitre, eso sí tenía una tablita bien clavada sobresaliendo a modo de transformarse en una extraordinaria mesa de trabajo.

Es invierno, tal vez agosto, porque llevamos puesto el rompevientos de lana de color bordó, aquel tan molesto en el cuello porque la lana nos picaba, y el cual mi madre había tejido en el otoño con las gruesas agujas de tejer en sus ratos libres.  Estábamos en la cocina, estaba tal cual, en los fogones la olla con el estofado de carne haciendo «chuf-chuf», perfumando toda la historia, en el otro fuego, más discreto, pero no menos importante, la caldera silbando con el agua lista para el mate, que iba dando vueltas por toda la familia pero se había «enfriado» un poco y tocaba calentar agua.

A parte del magnífico olor y los familiares ruidos, sentíamos el calorcito agradable saliendo de la maceta «agujereada», invertida, sobre el «primus», esa maravilla de fogón móvil que funciona quemando queroseno utilizado tanto para cocinar como para calentar a modo de estufa como ahora, poniéndole la maceta con agujeros irradiando el calor. También aquel versátil ingenio podía servir de farol a mantilla y dar luz en las largas noche de apagón, sólo había que cambiar el quemador y listo. De tanto en tanto cuando la intensidad del fuego descendía, le dábamos «bomba» a través de un émbolo al costado del pequeño tanque circular de bronce. Con esto aumentábamos la presión del combustible haciéndola subir con mayor fluidez al quemador incrementando la fuerza de la llama.

Quién te iba a decir amigo que en aquel dibujo que estábamos pintando, un paisaje con montañas nevadas, bosque y río torrentoso, en aquel lugar que no conocíamos y luego si veríamos en forma de átomos con carga eléctrica….  ¿cómo lo pudimos ver en la cocina de nuestra casa de Montevideo a nuestros 5 años?.

Por eso te digo, existe una gran probabilidad de que todo esté en nuestras mentes y cuando hacíamos el dibujo, ya estábamos también en la montaña nevada, en el bosque y en el río descendiendo presuroso, porque al estar en la montaña, volví a la cocina de mi casa en aquella noche fría de andá a saber qué agosto, en dónde el estofado hacía chuf-chuf y olía a mil maravillas y nosotros estábamos recordando el futuro.

Vilanova i la Geltrú tercer día de la superluna llena de agosto de 2014.

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                 Carta a Gabriel García Márquez

La verdad te pusieron el nombre exacto Gabriel, el mismo que lleva un arcángel, el anunciador, el comunicador.  Eso es exactamente lo que hiciste, darnos información, ya desde el «Relato de un naufrago» nos informaste que la vida es el milagro a pesar de las tramas que anteponen el «beneficio económico» (la guita diríamos los orientales) a esa maravilla que es la vida misma en cualquiera de sus formas.

Ahora cambiaste de plano y tal vez te estés riendo al ver que ese es el «real» y que tal y como nos lo explicabas el que «vemos» es como una película que se va rodando y que como nos dices «El mundo era tan reciente, que muchas cosas carecían de nombre, y para mencionarlas había que señalarlas con el dedo».

Como «realismo mágico» definen los expertos tu estilo literario, luego entonces se dieron cuenta de que sabes que lo que creemos «real» surge de la magia.  Pero que es la magia, un truco que engaña nuestros sentidos o es la materialización fotónica de un sueño, un pensamiento, una idea tal y como te lo dijo Melquíades mucho antes de que existiera la tecnología digital ««Dentro de poco, el hombre podrá ver lo que ocurre en cualquier lugar de la tierra, sin moverse de su casa.»

Así es que nos informas de que tenemos el poder de crear las realidades, de dar el salto en la luz y modelar los mundos.  Además naciste en un lugar en dónde la tierra siempre es verde, llueve y las temperaturas son estables y agradables, un lugar lleno de flores con mil perfumes, insectos fabulosos y pájaros llenos de colores, tal vez lo más parecido al paraíso, seguro el sueño del sol y la tierra juntos que «usaron» la magia para construirlo.

Nos informaste que el tiempo no existe «La protección final, que Aureliano empezaba a vislumbrar cuando se dejó confundir por el amor de Amaranta Úrsula, radicaba en que Melquíades no había ordenado los hechos en el tiempo convencional de los hombres, sino que concentró un siglo de episodios cotidianos, de modo que todos coexistieran en un instante.»

Así es Gabriel o Melquíades, mil gracias por todo lo que nos explicas y te prometo que nosotros en este plano seguiremos intentando descifrar tus palabras para poder convertirnos en los magos, alquimistas capaces de crear los mundos en dónde queremos que la magia de la vida se desarrolle «coexistiendo en un instante».

Chau Gabriel ya sabés nos estamos viendo en cualquier otro sueño.

Vilanova i la Geltrú, segundo día de la luna llena de abril de 2014.

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                                     Carta a la Luna

Noche de insomnio que me regaló encontrarme contigo.  Al levantarme, cansado de no poder dormir, te veo a través del cristal de la puerta que da al jardín.

Bañas con tu luz el patio resaltando la oscuridad de las sombras. Qué luz mas misteriosa y extraña, capaz de romper la negra noche en cristales blancos como recortes de las paredes del patio iluminando de blanco los farolitos apagados.

Tantas veces te he visto, tantas noches estuve contigo, pero no me cansas ni me aburres porque siempre estas con tu sonrisa seductora emitiendo tu luz, fría, sin calor pero capaz de provocar el amor en los corazones, a través de dos manos entrelazadas o dos bocas cálidas que te miran ya sea en una roca frente a la mar inmensa o en un banco de una ciudad dormida.

Nos trasportas y nos envuelves con tu luz en mil amores, mil recuerdos… como cuando volvía del amor por esas calles desiertas en dónde yo era lo único que se movía en aquel cuadro pintado con la helada de la noche, pero bañado y alumbrado por tu luz, con un cielo lleno de estrellas. Eras la reina, una reina de cristal helado que nos hacías sentir la vida.

Otras veces eres …»como aquella luna lo había dejado todo tal cual…» que nos dice Paco Espínola en «Rodríguez» cuando este va a cruzar «el paso».

A veces nos cambias la dimensión en que nos movemos y nos tientas a intentar pescarte cuando te reflejas oronda en aguas tranquilas.

Nos marcas caminos de luz a la utopía del horizonte cuando te vemos en la mar.

Encoges nuestros corazones al aparecer a través de los árboles de un bosque, llenos de criaturas que envuelves de misterio.

Pasear contigo por la ciudad es magia pura, ruedas por los tejados, entras por los balcones, te difuminas en alguna nube y nos haces sentir y vivir en el alma de la amada.

Me está volviendo el sueño, me voy a la cama con tu luz en el corazón y esa paz que dejas en las sombras de la noche.

Una noche de la segunda luna llena de enero de 2014.

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Carta a la mar, escrita en hojas de algas

No me canso de escuchar el romper de las olas cuando llegan a la orilla en ese eterno devenir de la vida.

Algunas veces llegan cansadas de tanto camino recorrido y dejan con suavidad la espuma llena de sal y yodo. Otras veces llegan con furia de varios vientos concentrados que le dieron la fuerza del sol durante el viaje.

¡Qué hermoso y monótono sonido que hacen. Latidos de vida de las grandes aguas!

Siempre acariciando la arena, haces que sintonice tu ritmo con mis latidos y respiración. Y así respiramos juntos.

Siento que tu agua es mi sangre, mi llanto tu húmedo tacto. Eres inmortalizadora de lágrimas. Todas esas alegrías y penas vertidas en ti, viven para siempre en tu regazo que trasmutas en la vida eterna.

Empiezas abrazando mi cuerpo y cuando rompemos la fina barrera de la piel, mi pequeña alma y tu gran alma se funden en el atanor del alquimista.

Ya no soy yo, ya no eres tú. ¿Entonces qué somos? Somos el alma, el cuerpo y el espíritu. Somos la creación.

Intento buscar alguna de aquellas lágrimas vertidas y no las encuentro, decido que sólo me rodeen para la fusión las que son de alegría.

El rumor de las olas son llantos de alegría. Alegría infinita que llenan el universo, que hacen que las cosas sean eternas e inmortales.

Vilanova i la Geltrú, primer día de luna nueva de 2014. 20131223_171628

Carta a la Casa del Uruguay en Barcelona con motivo de sus 35 años

A la Casa del Uruguay en Barcelona:
Ya pasaron 35 años, “toda una vida” como se suele decir coloquialmente cuando nos acercamos a mirar al borde del barranco y vemos el precipicio del tiempo pasado desde la cima de los años.
Siempre miramos ese precipicio con mucho cuidado porque de caer, no hay nada, ni tan sólo un fondo.
El hecho es que pasamos todos estos años de exilio y destierro, como claveles del aire enredados en las ramas de los árboles mirando desde la altura sin perder de vista las raíces de ese árbol.
Todos los chiquilines de hace 35 años allí estábamos celebrando un aniversario más pero por ser esta cifra: a lo grande.
Treinta y cinco años de la Casa del Uruguay en Barcelona, la Casa en dónde para muchos fue la sede del hogar y de los sueños perdidos. Hogar y sueños que quedaron al otro lado del Atlántico,
en un rincón de América, en la Tierra de los Pájaros Pintados, defendida por los teru-teru que vigilan su nido y esa tierra decorada de rojo por los ceybales de los ríos.
Para muchos es cordón umbilical con nuestra madre tierra, lugar de encuentro con amigos y compañeros, dónde podemos hablar, discrepar y polemizar siempre desde el respeto y los valores humanos.
Casa en dónde aquellos chiquilines pletóricos de energía nos brindaron obras de teatro, tango, charlas históricas y movimientos solidarios con nuestros hermanos orientales (y lo siguen
haciendo). Siempre abierta sus puertas a la solidaridad , a la mano extendida.
Muchos de los que la iniciaron ya no están, otros siguen estando y guardándola, como si de una semilla de sueños se tratara. Eso es: sueños en semilla que al igual que todas es capaz de mantener
por siglos el misterio de la vida, esperando paciente una tierra negra y húmeda en dónde pueda desplegarse en raíces, tallo, hojas, flores y frutos, demostrando así la sencilla grandeza de una
simple semilla de sueños en este caso.
Gracias a todos los compañeros y amigos que la fundaron, a los que hoy la siguen manteniendo y cuidando, a todos los socios, en fin, a todos los que seguimos soñando y que sabemos que un mundo en paz, cooperativo y justo es posible de crear.
Gracias por mantener los valores que nos hicieron ser Orientales.
Gracias Casa del Uruguay en Barcelona, nuestro más cariñoso “Feliz Cumpleaños” y a seguir con fuerza que el sueño vive en esa semilla que guardamos todos nosotros en el corazón.
Salud.
Fernando Galbán Testa, un socio
Barcelona, noviembre de 2013.

Querida Yisela:

Me pongo a escribirte la carta que te dije te mandaría el otro día cuando hablamos por teléfono antes de tu partida.

La dirección a la que la enviaré será la del infinito océano cuántico del cual surgen todas las cosas y al cual regresan todas las cosas.

Ahora mi cuerpo 3D, está caminando en una playa bañada por la mar Mediterrània, lejos de nuestro Río de la Plata y Océano Atlántico. Hace unas dos horas que ha salido el sol y volando sobre las aguas veo el retorno de las golondrinas hacia el cálido Sur que se está vistiendo de primavera.

Así como ellas tu alma viaja ahora al centro del SER.

Hoy por la mañana cuando me dirigía por la playa hacia la orilla de la mar, se abría ante mi un inmenso camino de luz proveniente del sol. Allí estabas esperando, lo empezamos a recorrer juntos, con esa sensación certera de que el tiempo no existe. Ibas a mi lado sonriente y feliz sin decir nada, con tus 15 años, tu pelo largo y oscuro y con la minifalda puesta, aquella que nos gustaba tanto a los muchachos.

Recorrimos la deslumbrante senda de luz juntos por la playa hasta que esta acabó, luego seguían las barreras de los espigones, tuve que detenerme y tú seguiste un trecho más ya caminando por los rayos del sol, al ver que no te seguía, te detuviste y girándote hacia mi con una radiante sonrisa, te llevaste la mano a los labios y me dejaste un beso con un silencioso «hasta la vista». Yo hice lo mismo y te dije que siempre estarías en mi corazón.

Empezaste a caminar firme y feliz por la senda del sol, hasta que la radiante luz y tú fueron UNA.

Chau querida amiga, hasta la vista y ya sabés que seguro compartiremos otro sueño pero tal vez en otro mundo o en otra dimensión que ya hemos creado.

Para toda la eternidad, Fernando.

                                                     El baúl

El otro día después de muchos años, decidimos ordenar el pequeño desván donde acumulábamos infinidad de cosas: espejos enmarcados, cabezales de camas, lámparas, cuadros, pinturas, obras de cerámica, la tienda de campaña de la época en que recorríamos el mundo acampando.  El inventario sería inacabablemente eterno, ya que intuitivamente nos resistimos a la cultura del “usar y tirar” y seguimos creyendo válida aquella que le adjudicaba un alma a los objetos, en dónde estos siguen cumpliendo su objetivo por varias generaciones o se transforman en otra cosa también de gran utilidad.  Es que los objetos llevan nuestra energía, nuestras emociones y sentimientos que le fuimos imprimiendo a lo largo del tiempo que nos han sido útiles. Por ejemplo cuando acomodaba en su sitio la tienda de campaña, casi podía sentir el sonido de la lluvia cayendo en las noches de acampada o el eterno rumor del agua corriendo entre las rocas de algún río de montaña, o el sonido del martillo clavando las piquetas en la tierra, las conversaciones tranquilas y pausadas a la luz del farol, que quedaron empapando la lona para siempre.

Dentro de todas esas cosas que “no se tiran”, está el viejo baúl, un metro veinte por ochenta por setenta de alto de madera recubierto de cuero por fuera y papel por dentro. De difícil datación aunque garantizado de mediados o finales del siglo XIX, fue construido por manos artesanas en Europa, seguramente Italia para una familia que emigraba a América, a nuestra querida tierra Oriental. Partió como parten todos los baúles, llenos de ropa, utensilios, libros….pero sobre todo lleno de sueños e ilusiones, en definitiva del material con que está hecho este mundo que vemos. Sueños e ilusiones de emigrantes, que llevan toda la fuerza de aquel que sabe que nunca más volverá a Ítaca y que todo lo que lleve, lo llevará en ese baúl y en su corazón.

Pero nadie sabía que el baúl si tenía la intención de volver a Ítaca o por lo menos aproximarse, estar cerca de casa, del origen y no sé cómo se las arregló para qué  cien años después, volviera a ser utilizado para cruzar el Atlántico surcando las aguas entre olas y espuma, rumbo a casa. Decidió elegirnos a nosotros para hacer el viaje de vuelta.   En él traíamos casi  todo lo que considerábamos más importante de nuestra tierra natal: libros y todas las pequeñas cosas que eran y son “nuestra identidad”, desde los documentos de las notas de los estudios hasta el certificado de Jura de la Bandera y mil cosas más familiares que nos han ido acompañando en todos estos años de destierro, que de alguna manera nos ayudan a mantener nuestras raíces vivas y a partir de ellas poder amar profundamente la tierra y el pueblo que nos acoge.

Nos reencontramos con las cartas de amor que nos enviamos durante años, años de radiante juventud, años duros pero de sueños altos.

Ahí seguían en su paquete en forma de palabras todos los sentimientos de amor, de incertidumbre, de vida intensa en definitiva. Abrimos algunas y volvimos a oler el jazmín del cabo en las tardes de verano montevideano, nos quedamos con los paquetitos de amor, que nos volvieron a reconfortar el alma.

Entre todos esos recuerdos, encontré un escrito que habíamos titulado “Viajando por Montevideo”, está la parte manuscrita y luego la que pasamos a máquina de escribir, máquina que es una joya, prestada por mi gran amigo Tito, técnico en reparación y mantenimiento de estas maravillas de la comunicación de aquellos tiempos.

El relato fue escrito hace 37 años, en mis viajes en el 155 desde Punta Rieles hasta la Facultad de Medicina allá por el Palacio Legislativo. Una hora larga de viaje en alguna de las míticas “cachilas” de Cutcsa, compartiendo con el resto del pasaje, fríos, sueño (el físico y el del futuro), calores pero sobretodo madrugadas que empezaban a las 4 cuando llegábamos a la “parada”, a veces agarraditos para que no nos llevara el viento, otras desafiando el aguacero e intentando que no te cayera un rayo y las más disfrutando del cielo estrellado del Sur, tanto cuando parecía de vidrio congelado por la helada o cuando las estrellas se mezclaban con el fresco de la madrugada y los mil perfumes y colores del amanecer.

Bueno léanlo y piensen que quedó inconcluso, ahora no se porqué causa pero es que corría el año 1976 y en Montevideo no había calma.  Pensé intentar acabarlo pero mejor no, porque nada de eso existe ahora, ni tan sólo el muchacho que miraba.

V.xM-1V.xM-2Agregamos el trozo manuscrito que falta por pasar a máquina.

V.xM-3

Relato escrito en el año 1976 en una “cachila” de Cutcsa línea 155 de Punta Rieles a Aduana.

Vilanova i la Geltrú quinto día de la luna creciente de septiembre 2013.

Querida amiga:Nuestro querido planeta en su interminable viaje alrededor de su pequeña estrella, nos está llevando una vez más al punto de solsticio. Nosotros por acá, en tierras de septentrión, llegando a la cúspide máxima de luz para zambullirnos de pleno en el verano boreal.  Y tú por tierras del  Sur en dónde se reúne las aguas y los vientos, habrás acabado el viaje al interior del ser, a la larga noche y comenzarás imparable a viajar hacia el nuevo ciclo de luz.  Nuestro Montevideo se quedará con sus arboledas desnudas, que ya deben de estar tapizando de hojas amarillas las calles que tantas veces recorrí y que aún añoro.Luego poco a poco los días se irán alargando y esas horas más de sol echarán el frío de las veredas que sólo recordarás en los días de “pamperada” y así empezarás un nuevo ciclo.Desde que estoy aquí siempre me sorprendió la inversión de las estaciones en los distintos hemisferios. Aunque si querés que te diga la verdad todavía para mi setiembre –es primavera- y –en abril es otoño-. Cuando hablo con la gente, tengo que pararme y pensar de acuerdo al mes en que estamos, cual es su estación. Cosas del destierro.

Cómo poder olvidarme de setiembre, con el viento polinizador de primavera, cuando con cañas y papeles de colores llenábamos de puntos el cielo montevideano. Hacíamos volar los sueños con las cometas, estrellas, luceros, barcos, barriletes, cajones. Qué maravilla jugar con el viento en primavera. A las estrellas le poníamos “roncadores”, papeles plegados que dejaban pasar el viento y producían el ruido de un rugido avisando al transeúnte distraído,  sumido en sus problemas, a mirar hacia el cielo y ver que brillaba una estrella de día. Enseguida las caras cambiaban, seguían con una sonrisa porque los “roncadores” les recordaban que hoy volaba una cometa y que ella era un sueño realizado, que pavoneaba sus colores diciéndonos que la belleza existe.

Te voy dejando, ya te di bastante “lata” con las estaciones. Disfruta el invierno que se viene en el sur, y si puedes acércate por mí a la punta del Cabo Santa María allá en La Paloma (las canaletas del faro), en un atardecer y sintiendo el frío cortante en tu cara mira el océano profundo y oscuro como trae la espuma blanca montada en las olas. Entonces acuérdate de mí y dile a la mar que le mando un latido de mi corazón y dile que siempre la llevo conmigo.

Para ti otro latido y un beso.

Fernando

Vilanova i la Geltrú, el día de la luna nueva de junio de 2013.

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Carta a una amiga

Querida amiga:

El otro día recibí las fotos que se hicieron cuando celebramos tu cumpleaños de «15», ese año crucial esperado y festejado por todas las niñas de nuestra Banda Oriental.

Cuando ves estas fotos, se agolpan los recuerdos y nos vuelven en forma de sensaciones muy intensas tal y como la intensidad de nuestras vidas en esos momentos. ¡Qué jóvenes estamos!.  Jóvenes pero viviendo ya grandes responsabilidades, que habíamos asumido, no se si libremente o tal vez atrapados por la correntada brava del río de la vida.  Río que prácticamente estaba en su naciente.  Fue por eso que supe que el tiempo no existe ya que al ver la foto vi que seguíamos siendo los mismos, que aquellos sueños y aquellas «utopías», siguen viviendo en nosotros, que somos capaces de continuar una conversación interrumpida hace 35 años, utilizando el mismo tiempo que se utiliza para tomar un mate.  Fantástico, lo hemos demostrado: el tiempo no existe.  Entonces si no existe, ¿qué hacemos con los otros dos parámetros ligados a él: materia y espacio?; tampoco pueden existir, por lo tanto sólo hay una mente, que es capaz de crear los pensamientos y con los sentimientos, manifestar los mundos en los que nos movemos y nos sumergimos para recorrer esta magnífica aventura que es la vida.

Fueron aquellos tiempos (los de la foto) que nos hicieron crecer rápido y aprender muchas cosas en un corto espacio de tiempo.  Así aprendimos a vivir desde el corazón, a saber que somos los creadores de nuestros mundos, a sentir intensamente todos los momentos, a intentar recordar que sólo tenemos y podemos actuar en el estricto presente.  Por eso nos acordábamos de aquella clase en el Instituto Biológico que nos dio el gran Profesor Clemente Estable (que tuvimos la gran suerte de conocer), cuando nos dijo que estábamos rodeados de seudoevidencias y por tanto que no creyéramos nada de lo que veíamos.

Este reencuentro en la Matria contigo y con todos mis amigos fue sin dudas de gran importancia  para mi vida.  Fui consciente de que he vivido, en esferas trasparentes formadas de una fina capa de luz líquida, comunicadas entre ellas por un finisimo y estrecho tubo, el cual al atravesarlo o mientras lo atraviesas estás en la más absoluta soledad. Creo que cuando estoy en una de esas esferas, ya voy creando la otra o tal vez me esté esperando.  Lo vi muy claro en este viaje, las esferas creadas coinciden con mis exilios, pero esta vez pude hacer que se tocaran y moverme dentro de cada una de ellas como pez en el agua.

Me di cuenta también que fuimos capaces de crear como el alquimista en su atanor una energía mágica, que lo envolvió todo exactamente con el ingrediente principal que supimos poner: amor.  A partir de ahí, todo era un canto de alegría y de unidad disfrutando cada uno de la diversidad del otro.  Rescaté de cada esfera el saber que hay que vivirla desde la intensidad de los sentimientos y que aquello que nos parecía que era un sufrimiento terrible, en definitiva fue la energía que alimentó el fuego de la magia que nos hace sentir ahora esa profunda felicidad y ese saber que hemos vivido y estamos viviendo una existencia rica, abundante y maravillosa.  Podemos compartir la emoción de ver salir la luna en el océano, ponerse el sol en el gran río, escuchar los pájaros al amanecer, sentir la vibración del rayo en el medio de la tormenta, sentir los perfumes de los jazmines y el olor a tierra mojada y lo más importante de todo sentir los latidos del corazón en el abrazo.

Querida amiga no te doy más la lata, se que ahora pasas un tramo difícil de tu río, pero quiero que sepas que estas dentro de una de mis esferas y lo que hay dentro de ellas funciona como los gluones, es decir no hay fuerza en este universo que los separe, además quedé de mostrarte el secreto de la «luz del Mediterráneo» tan alabada por los pintores y escritores, este próximo verano del hemisferio norte.

Por cierto pongo las fotos que me enviaste, de todas formas exceptuando alguien que esté en las fotos, el resto no sabrán reconocernos.

Un beso, Nando

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A continuación ponemos la carta de mi amigo Ricardo, que comparte con nosotros las intensas emociones vividas en el reencuentro que tuvimos la suerte de vivir.  Un reencuentro lleno de magia, a latido de corazón.

«PUES NADA…

Se termino el año pero no un año más, porque este fue un año bisagra como pocos, de esos que marcan un antes y un después, antes y después de que… bueno eso lo sabrá cada uno de nosotros.

Sin duda el comienzo de este 2013 para los reunidos en Sta. Teresa de una forma o de otra marca una diferencia en los valores, al volver al germinador de la infancia, quizás (y lo escribo desde mi experiencia personal) estos cambios no sean permanentes pero sin duda marcaran momentos referentes en nuestras vidas.

Lamentablemente puedo predecir mi futuro con increíble precisión y sé que en unos días más la vida, la sociedad, la rutina o anda a saber que… hará que empiece a girar sobre mi propio eje persiguiendo mi cola aun cuando sé perfectamente que no la voy a alcanzar o lo que es peor, si la alcanzo ¿que hago con ella? Pero bueno cuando me detenga para recuperar el aliento recordare estos momentos y otros de mi vida que me recordaran que lo esencial es invisible a los ojos (El principito me lo dijo a los 10 años y todavía no logro incorporarlo por completo).

Pero por el momento rescato todo lo bueno de estos mis amigos a saber: del Rulo la simpleza, esa facilidad admirable para la risa a pesar de haber pasado por situaciones durísimas, también la entrega total sin dobleces ni revés, el cariño, la sensibilidad que sé yo como describirlo, pero me enorgullece tenerlo en nuestras filas.

Que puedo decirte de Aldo que no sepas propietario de una memoria prodigiosa que en algunos casos se vuelve en su contra, observador exquisito del proceder humano que lo vuelve escudo de sus seres queridos al tratar de preservarlos de desplantes o menosprecios mundanales, servicial, compañero, muy buen oído para depositar cuitas y pesares, juguetón estudioso de la sicología, curioso tesorero del conocimiento y también está junto a nosotros.

Willy fue, es y será ese tipo que si no existiera habría que inventarlo niño maduro, en extremo practico, anclado en todo lo clásico, irreverente, agnóstico, soñador, luchador resignado a lo que le depare el destino, de personalidad misteriosa que logra disparar reacciones también místicas de Aldo, aunque he llegado a pensar que uno no podría existir sin el otro, como sea, casi una leyenda que todos quieren conocer y lo mejor no se decepcionan al conocerlo.

Fernando que puedo decir de este descubrimiento que ha sido el reencuentro, donde reflotamos los cimientos  para luego edificar estos mundos en común, sé porque así lo hablamos que viniste a morir a todo lo que merece ser enterrado pero también a renacer a todo aquello que merece o es digno de vida, supongo que ha de ser tan difícil como cuando salimos de las entrañas de nuestras madres rodeados de gente pero solos en esta experiencia de respirar, luchando con la luz que nos cegaba, aferrándonos al pecho materno como única posibilidad de saciar nuestras inseguridades y un apetito que desconocíamos, pues nada… sabe que no estás solo, que la multitud no siempre es compañía, y siempre podrás saciar las inseguridades y los nuevos apetitos, me siento privilegiado de contar con tu amistad y por cierto la del resto, realmente era millonario y no me había dado cuenta, millonario de una fortuna no heredable pero si transmisible, este manojo de virtudes que los adornan, y que no se que hice para merecerlo pero soy parte es lo que voy a dejar a mis hijos. SEGURO LO VALORARAN!!!!

PUES TODO… UNO CONTIGO (RICARDO)»

Carta a todos/as mis amigos/as

30 de noviembre de 1978

30-11-1978 fue el día de mi primera muerte.

Hoy 34 años después, lo contemplo desde la lejanía, pero en los surcos de las heridas del corazón, están los recuerdos.

Días antes, tal vez un día como el de hoy, cerraba mi casa para siempre, me despedía con el corazón roto de mi jardín, mis muebles, la parra, que ya tenía montones de racimos creciendo y madurando, que no los podría probar. Me despedía del alma del Sai, mi buen perro que hacía poco nos había dejado para irse con esa otra muerte, la que nos cambia la forma.

Despedirnos de los amigos, compañeros/as, de los cuales a muchos no volveríamos a ver nunca más, sólo físicamente porque todos están tal como estaban aquel día, con la sonrisa y la lágrima, llenos de vida, guardados en mi corazón, viviendo cada día conmigo.

Olía cada flor que encontraba, acariciaba los árboles que brotaban en aquella primavera austral.  Miraba la luna, pensaba que pronto vería otras estrellas, otro cielo, que la Cruz del Sur no la vería en los cielos nuevos, que cambiaría mi Paraná Guazú, ese río ancho como mar, por otras aguas, otro mar….

Cuántos pensamientos, cuánta incertidumbre, cuánto miedo.

Dejaba mi casa, todos mis parámetros, todas mis referencias, todo lo vivido hasta ese momento, para entrar en la niebla espesa, que ya no vendría del río si no del océano.

Aquel 30 de noviembre de 1978, amaneció soleado, era una primavera fresca, todavía predominaban los días fríos en el variante clima del Sur.

En el baúl  centenario iba junto con algunas ollas, fotos, libros, cartas, aquellas de amor que habíamos escrito desde el alma.  Los libros, que habíamos podido salvar de la “quema”. Esos con los que nos habíamos formado, en la magia de Juana de Ibarbourou, la ternura infinita de Morosoli, el valor de “Rodríguez” de Paco Espínola y los Desterrados de Horacio Quiroga.

El resto del baúl lo llenamos con sueños, sueños que cruzaron el Atlántico, que cambiaron de hemisferio, que siguen vivos, más vivos que nunca, esperando surgir y hacerse una rotunda realidad, saliendo algún día de ese escondite que tienen en la niebla.  Por eso me gustan los días de niebla, porque perdí muchas cosas en ella y sé que alguna vez las recuperaré.  Al igual que me decía un amigo, “sientes las voces, pero no ves a la gente, sabes que hay más cosas que no las ves”. Estoy seguro que los sueños están ahí vagando por la niebla y un día como un haz de fotones, saldrán y tomarán forma, se materializarán.

A la tarde llegamos al puerto, dos o tres familiares y dos amigos nos despedirían.

Entrar al puerto era muy complicado, ya que vivíamos una guerra.  Después de sortear varios controles de soldados armados, llegamos al pie de la escalerilla que nos subiría al Motovapor “Julietta” Piraeus, un “congelador” griego de 161 metros de eslora y 35 de manga. En él cruzaríamos el Atlántico y parte del Mediterráneo, hasta Génova.

Me parecía enorme, nunca había estado tan cerca de un barco tan grande.

El primer oficial, nos recibe, nos indica el camarote y da las instrucciones: “a las 7 de la mañana el desayuno, a las 12 la comida y a las 17 la cena”; uno de los cocineros, un argentino de origen polaco, nos dice bajito “el horario de la muerte”. Podíamos ir por cualquier parte del barco, exceptuando en los momentos de amarre o partida, no estar en los lugares en donde los marineros estuvieran efectuando tareas para llevar a término esas maniobras, sólo era para evitar posibles accidentes.

Al subir los distintos niveles por las estrechas escalerillas metálicas, llegamos al comedor de oficiales, en una de las paredes había una enorme foto de 2 por 2 metros con la imagen de las Cariátides, aquellas hermosas mujeres que a modo de columnas sostienen un templo en Atenas.

El Julietta iba a ser nuestro hogar por 22 días.

Una vez instalados, bajamos a cubierta. Saludábamos a familiares y amigos.

A la orden del Primer Oficial, retiraron la escalerilla, me aferro fuerte a la baranda de la cubierta. Está muy fría, el frio hierro me recorre el cuerpo. Los trabajadores del puerto descuelgan las amarras que son enrolladas por los motores del barco. Ya estamos desligados del muelle. Un golpe seco hace que perdamos el equilibrio, el Julieta empieza a apartarse del muelle, los remolcadores tiran con fuerza de él.

Mi corazón se parte como cortado por un gigantesco cuchillo invisible, que sensación de abismo ver alejarse el barco del muelle. No puedo llorar, ni una lágrima me cae por la cara. Me estaba muriendo, cuando te mueres no lloras.

Pasan por mi mente apiñados y rápidos miles de imágenes, de mi casa, mi barrio, los amigos, los besos bajo el paraguas en el Prado, las ruedas de mate con los compañeros antes de empezar el trabajo….. Pasaban delante de mí los abrazos de despedida, no sabíamos que con algunos serían los últimos.

No me olvidaré nunca de aquella tarde terrible de primavera austral. ¿Cómo había llegado a estar ahí?, ¿en un barco griego con rumbo a Génova?

Estaba congelado, como los corderos que cargó el Julietta para entregar en Europa.  Era la muerte, ya lo sabían los antiguos espartanos.  El dolor en el pecho no me lo pude quitar.

Una vez el Julietta libre de los remolcadores, atravesó rápido la bahía. Los edificios de Montevideo desaparecían conforme nos adentrábamos en el río. El Cerro mudo y estático, cansado de ver tantas idas y venidas, no decía nada, sólo estaba allí, cuidando la bahía y mi ciudad, esa de nombre tan raro, esa que me vio nacer, acostada junto al Río de la Plata, esa que mira al Sur, a los 35º, la capital más austral del mundo.

Dejaba mi mundo, mi vida, mis sueños.

Seguimos navegando, ya Montevideo fuera de la vista.  La noche empezaba a tender su manto oscuro sobre el Río, yo seguía en la cubierta, la Cruz del Sur salía en el horizonte. El rumbo del Julietta era nordeste. Me alejaba de casa, sólo la luz de los faros me mantenía unido a mi tierra charrúa. Los iba contando, Punta Brava, Isla de Flores, Punta del Este, Isla de Lobos, Punta José Ignacio, Cabo Santa María (mi familiar y querida Paloma) y por último el del Cabo Polonio, después de él la noche me heló el alma y entré para siempre en el abismo del destierro.

Mañana saldría el sol en el Atlántico, y yo pensaría en el perfume de jazmines en las tardes de verano en Montevideo, tal vez en algún rincón del Prado.

Carta en un día de lluvia

Querid…………..

Hoy me desperté antes de que sonara el despertador. Fue el intenso repiqueteo de la lluvia en la ventana. Con un poco de inquietud decidí apagar el despertador antes que con su estridencia rompiera el encanto, la magia de las gotas de lluvia dando en la ventana; la inquietud me venía por el posible hecho de volver a quedarme dormido por el arrullo del repiqueteo rítmico de la lluvia en la ventana.

Todavía a estas horas de la madrugada, está oscuro, aunque estos cambios, me refiero a la lluvia, ya nos dicen que estamos a punto de pasar el ecuador del otoño. Es impresionante como se nos ha acelerado la percepción del paso del tiempo.  Ya sabés esta percepción de velocidad cada vez la tendremos más acentuada según nos acerquemos al 21 de diciembre.

Pero bueno, es la lluvia de la que te quiero hablar.  Siempre me ha provocado un efecto de alegría, porque como bien sabés nos «criamos» lloviendo, crecimos igual que las plantas regadas por esa agua venida del cielo.  Cómo disfrutábamos los días de lluvia, poniendo los barquitos hechos con papel de diario, que hacíamos navegar por las torrentosas aguas que corrían junto al cordón de la vereda, o los hacíamos mecerse placenteros en los grandes charcos de algún descampado.

La lluvia que disfrutábamos en verano, dejando que nos mojara todo el cuerpo, casi desnudos, cuando corríamos por el barrio. En invierno, la sentíamos en la cara y en las manos, que escapaban a la protección del chubasquero, fría, a veces en forma de agua nieve, pero nos relamíamos sintiendo ese agradable sabor de agua limpia, pura, que nos dibujaba la sonrisa, esa que seguimos llevando cuando la vida nos trae esos otros aguaceros y hace que los podamos sortear hasta la salida del sol.

Pero de las lluvias que más disfruto, son aquellas del beso a la novia, aquel momento cálido, cada vez diferente, acompañado por el repiquetear de la lluvia sobre el paraguas y si no tenías el paraguas, aquella calidez de los labios que se mezclaban con el agua que caía por nuestras caras. El pelo mojado…, ¡qué momentos!, instantes que deteníamos el tiempo, sensaciones que nos quedaron guardadas para siempre en esos «cajoncitos» que tenemos en el gran mueble de la mente.  Cajoncitos que se me abren inevitablemente cada vez que vuelve a llover.

Por eso cada vez que siento llover, me brota la alegría, huelo el perfume del café con leche de la mañana antes de ir a la escuela, con el olor de las tostadas de pan hechas sobre el fuego con aquella parrilla pequeña.

Con esa alegría, salgo a sentir las gotas de lluvia en la cara, en las manos, a sentir mis pasos sobre los charcos de las aceras, a ver las luces de los coches dándole ese brillo misterioso a la calle, a respirar el aire húmedo, en fin a sentir ese regalo del cielo que nos limpia las calles y nutre las plantas.

Nada hoy llueve, estoy contento y pienso en ti amig…..  en qué hermoso es compartir la lluvia y todos estos recuerdos maravillosos que me surgen cuando las gotas dan en la ventana y me despiertan.

No te doy más la «lata» que ya está bien para una lluvia, voy a salir a disfrutar del agua, más contento todavía porque también voy pensando en ti.

Un abrazo,

contigo siempre, Fernando

Vilanova i la Geltrú, 31 de octubre de 2012.

Carta de despedida

Querida amiga Nelly:

Ayer nos juntamos en un local del barrio gótico de Barcelona con el fin de ofrecerte una despedida «sorpresa».  Claro tendríamos que empezar diciendo que después de 35 años años por estas tierras, retornas a la Matria, nuestra Tierra Oriental, esa de los Pájaros Pintados.

Qué curioso y terco que es el destino, todos/as los/as que estábamos allí eramos exiliados, de distintas épocas y por distintas causas, pero todos exiliados.  Me venía a la cabeza la ciudad de Esparta (allá por la Grecia clásica), aquel pueblo disciplinado, austero y temible en la guerra. Recordaba que no tenían pena de muerte como castigo máximo, penado por sus leyes era el exilio. Qué saber más terrible que aplicaban.  Cada uno/a de los los que estábamos allí lo habíamos experimentado, habíamos vivido la muerte de alejarte de tu tierra, de sentir que tu conexión con la Madre pasaba a ser totalmente etérica, lejana y sólo anclada en la memoria, de tener que esforzarte en vivir con otros códigos, otras lenguas, que aunque sin duda nos enriquecen infinitamente como seres humanos, nunca se logra cicatrizar esa herida en el corazón que es el exilio.

Todos aquellos chiquilines que habíamos llegado por aquellos tiempos, allí estábamos, con las cabezas y barbas blancas, algunos con bastantes arrugas y barriguitas saltonas.

Pensaba ¿qué nos había quedado de aquella «condena a muerte» que vivimos?. Nos quedó sin lugar a dudas un profundo amor, una enorme capacidad de amar, amarnos a nosotros y amar la vida, porque sabemos lo que es perderla.  Cuando salimos de la Matria nuestros tiernos y jóvenes corazones querían otro mundo para América, queríamos  un mundo de justicia, de paz y abundancia, por eso se pedía la reorganización del campo (reforma agraria, nacionalizar la banca como estrellas de un extenso programa). ¡Qué osadía!, nos tiraron con todo. No pudimos con el plan cóndor y tantos pequeños planes «locales» igual o peor de siniestros.

Pero de esa muerte, de ese exilio, surge como el fénix triunfante, brillante, invencible ese amor que no habrá muerte que pueda desterrar, ese amor resucitado en la amistad, la solidaridad, la camaradería, en esa mano siempre abierta para dársela a cualquiera, sin reproche, sin carta de presentación, ese amor que nos hace seres grandes.

Así llevaste estos 35 años, con estos valores, brindando tu cariño, tu amistad, tu solidaridad a todos y por todos lados.

Hoy elegiste tomar el camino de regreso a la Matria, a la Banda Oriental a nuestra pequeña Gran República.  Seguro retomarás el camino que dejaste hace 35 años, todavía queda casi todo por hacer, llevas un enorme baúl con experiencia, pero sobre todo ese amor a las gentes, eso que nos quisieron matar pero que solamente consiguieron incrementarlo.

Adelante, te deseo mucha felicidad en este reencuentro con la Tierra de los Pájaros Pintados y me despido a lo gaucho:

En la güeya estamos Nelly.

Fernando Galbán

Abajo una del flaco Zitarrosa, sobre todo «no te olvides que el camino es para el que viene o para el que va»

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Carta de otoño

Querido/a amigo/a:

Hemos empezado un otoño más en tierras de septentrión traídos por las 7 estrellas del carro de la Osa Mayor, que según los antiguos romanos, este carro tirado por 7 bueyes era el que hacía girar la tierra.  Lo empezamos, (el otoño), en un año especial, ya sabés todo el tema del 2012, las profecías mayas, la increíble alineación de planetas con la tierra, el sol y el centro de la galaxia, nuestra querida madre tierra atravesando un cinturón de fotones, y nosotros acá chiquititos, viendo, participando y también creando los cambios.

Vos sabés que desde aquel lejano año 78, cuando el “Julieta” dejó la Tierra de los Pájaros Pintados y me trajo a este lugar de Europa después de surcar sobre las alas del Atlántico, (que por cierto me gustaría volver a ver alguna de las cartas que enviaba desde los puertos que parábamos), fui consciente de una cosa: que empezaba a vivir la historia.  Sí como ser anónimo, pero protagonista sin duda desde el lugar que me tocara vivirla. Ya habíamos sabido cuán fácil es que te cambie la vida después de haber pasado años terribles sumergidos en esa “larga noche de males” que oscureció nuestra querida República.  Años en que todo cambió, años que dejamos de ser “una democracia”, para sumergirnos en golpes de estado, dictadura, represión…, al igual que el resto de nuestros vecinos americanos. Dejamos de ser un País próspero (acordate que nos decían “la Suiza de América”), democrático (todos los partidos políticos podían tener su representación) y lo más importante con un alto nivel cultural, con el que nos podíamos comparar y hasta mirar por encima a los países más avanzados del mundo.  Eso si siempre fuimos pocos, pero gracias a ese nivel de educación destacamos en todos los niveles de la sociedad. En cualquier boliche de barrio, podíamos hablar con cualquier parroquiano de política, de literatura, de filosofía, incluso de ciencia. Qué gran País que fuimos, a mi me quedó la deuda con el pueblo Oriental, por haberme pagado la formación, la base sólida y firme que marcó mi camino para siempre, el camino de la libertad, la solidaridad y el amor al saber y la cultura.

Todo aquello para mi pasó a ser la Ítaca a la que volver, pero me di cuenta que aquella isla ya no existe, que tenemos que crear otra, que aquella Ítaca se perdió definitivamente en la nebulosa del pasado, que se la tragó el tiempo.

Pero como vos bien sabés somos gentes de sueños, y estoy seguro que así como los fotones se pueden convertir en electrones, nuestros sueños de luz se harán realidad y habremos creado una nueva Ítaca en este planeta.

Bueno por ahora nada más sólo que sepas que este otoño lo acabaré en primavera y empezaré el verano, allí donde nací en la punta de América, mirando el Gran Sur, junto al río ancho como mar; espero me reciba el Pampero con su aliento frío y ese cielo azul que no lo pude ver en ningún lugar de los que anduve.  Me dejaré abrazar y querer por mi tierra, acariciando sus aguas, sus arenas, su aire cálido de verano austral, sus perfumes, sus sonidos, creo que para mi será como nacer de nuevo.

Un abrazo grande y nos estamos viendo.

Fernando

Carta de final del verano

Querido amigo:

Hoy he visto desde la playa como marchaban las golondrinas, síntoma inequívoco de que nos acercamos al otoño.   Marchaban sobre el mar, siguiendo la línea de la costa, en pequeños grupos, alguna más rezagada pero manteniendo el rumbo, seguras y confiadas de su buen destino.   Al verlas marchar sentía una ligera tristeza, tal vez un vacío, pero en cada aleteo sabía que estaba guardada la promesa del regreso, esa promesa que siempre albergamos cuando emprendemos la marcha y muchas veces se difumina como las huellas de un barco en la mar.

Se han ido pasando los años como pasa el agua del río, seguimos el viaje, en el cauce que nos vamos diseñando a diario.  Me asomo al precipicio del tiempo y veo por allá abajo, muy lejos a aquellos muchachitos de pantalón corto y las manos y las caras mugrientas.  Eso sí la sonrisa no se nos iba de la cara porque a pesar de la lluvia, el frío, el viento o el sol abrasador, habíamos hecho la mejor cometa, teníamos el mejor de los trompos, el que bailaba más o teníamos la bolita con los mejores colores.

Mirando el calidoscopio, hecho con cristalitos de botellas rotas que juntábamos por las calles, nos maravillábamos de las formas tan hermosas y cambiantes.  Simetrías de colores que nos enseñaban lo efímero de las formas, que al más leve movimiento ya se transformaba en otra flor, en otra figura.  Nos enseñaba que todo es una creación constante de luz, fotones «materializados» en millones  de infinitas formas, cada una irrepetible.

Aquella magia nos fascinaba, teníamos en las manos la creación, con sólo hacer un pequeño movimiento o un ligero golpecito a las paredes del calidoscopio.

No lo sabíamos pero al igual que íbamos creando las figuras de luz, íbamos creando también nuestras vidas.

Yo sigo el viaje, al igual que Ulises, siempre buscando el regreso a Ítaca, aunque a veces pienso que estamos perdidos dentro del calidoscopio.  Eso si al final de mi tiempo podré decir que he vivido, que pasé las mil pruebas, y tal vez a la hora del descanso lo pueda hacer en Ítaca.

Bueno, en fin empezamos con la partida de las golondrinas y acabamos hablando de la Odisea.

En la próxima te sigo contando cosas del viaje.

Nada más, ya sabés como siempre un abrazo grande como charrúa atajando ñandúes.

Tu hermano, Nando

Cielo y mar encarnado

8 comentarios en “Cartas

  1. Muy pero muy buena la idea ; pero es como vos decís, lo que está en papel nunca se pierde , tanto ; fotos como cartas ….. un abrazo y hasta la próxima carta !!!

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  2. Querido hermano , las golondrinas ya llegaron, y con ellas viene la esperanza , la ilusión de que podamos vernos y seguir compartiendo momentos hermosos . Santa Teresa nos espera !!!

    Un abrazo grande como Charrúa atajando ñandúes .

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  3. Amigo, las golondrinas ya están por acá, el solcito volvió a aparecer hoy después de varios días húmedos , lluviosos grises…… al fin la primaverame mostró su cara!!!!! Acá estaremos las golondrinas y tus amigos esperándote para recibir el solsticio de verano. Muchas «saudades» de todos!!!! Un gran abrazo hermano de la vida!!!!!!

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  4. Las cartas, que pronto veremos de allá para acá… Gracias por este rinconcito de Luz!

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  5. verdaderamente hermosa tu forma de ver y narrar la vida ,las experiencias y el gran equipaje que vamos acumulando en este caminar por la tierra ,lamentable que por factores agenos a nuestras voluntades nos perdimos el placer de compartir y disfrutar de largas charlas en esos lugares que tanto te agradan o simplemente en una reunin de amigos pero este medio da la posibilidad de acortar distancias y tiempos te agradesco que compartas este rinconcito de recuerdos cariño GRACIAS.

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  6. Gracias Fernando por estas tan sensibles cartas en las que me siento identificado por haber vivido buena parte de esas experiencias, que gran privilegio descubrirte despues de tantos años de conocerte. Nuevamente mil gracias.

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  7. De repente ……Siento unas ganas inmensas de viajar a uruguay. Cuando los sentimientos y sensaciones se pueden decir con palabras ….es un arte preciosa narrativa

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  8. Fer, sigues escribiendo lindo loco!!!! Y me haces emocionar cuando entro a tu pág!!!Un gran abrazo amigo, hasta cualquier momento!!!!Bste

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