Polaris y los Magos

Noches frías y serenas de enero, esas en donde el cielo se convierte en una ronda de estrellas girando sin parar en torno a Polaris, son especiales. La vara mágica del Gran Mago, es el eje de la Tierra y su punta brillante es Polaris, siempre quieta.

Hace girar la rueca hilando en el cielo la capa de los Magos llena de lunas y estrellas.

Cada noche en Septentrión es una danza de estrellas entorno a la luz de la vara mágica que hace girar la Tierra.

Pero hay una noche más especial que las otras. La del 5 de Enero. Es la noche en que cabalgan desde el misterio tres Grandes Magos venidos de muy lejos.

Es la noche en que todos volvemos a ser niños. Es la noche que volvemos a recordar cosas que sabíamos y se nos fueron olvidando. Como por ejemplo que la magia existe, que se crean cosas con sólo pensarlas.

Tres Magos con regalos a la Luz acabada de nacer del solsticio de invierno.

En la pureza de los pensamientos de los niños está la Luz inmaculada, de la que surgen todas las cosas. Esa noche del 5 de Enero, los Magos Celestiales se visten con sus trajes de estrellas que giran ens sus gorros cónicos rematados con la luz de Polaris.

Comienza la magia. Le regalan a la Luz recién nacida tres sustancias para que esta Luz pueda crear un mundo donde pueda «sentirse» a ella misma a través de un cuerpo.

Oro, para que a través de su riqueza no le falte nunca sustento y techo a ese cuerpo. Incienso, para que al quemarlo la Luz siempre recuerde que es Espíritu que une cielo y tierra y que procede de las estrellas. Mirra, para cuidar el cuerpo con salud perfecta, así poder deleitarse con los perfumes, escuchar el canto de los pájaros, saborear el agua fresca, ver con claridad valles, praderas, mares y montañas, sentir el abrazo fraterno, la caricia de una madre y el beso apasionado.

Los Magos Celestiales bien saben todo esto y con sus regalos todos recordamos que somos Luz de estrellas. Esta noche guardamos en nuestros corazones el Oro, el Incienso y la Mirra para cuidar y mimar nuestros pensamientos. Con la pureza del niño crearemos mundos donde todo está hecho con el Amor de la Luz de las Estrellas.

«Burning of Darkness» de Nicholas Roerich

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