El sol

Destacado

Cada día vuelas más alto en mi horizonte calmo

te despierta el mirlo con su canto en lo oscuro del alba

silencio de la curiosa paz de la madrugada.

Desde mi retazo de tierra, pequeña ventana

te veo trepar el cielo cada mañana

subes siempre ahora, sin «hubiera» ni «pudiera»

así haces que ocurra la vida redonda, girando,

cuando descansas nos dejas tu sueño,

que es un infinito cielo estrellado bañado de luna.

Verte hablar con los pinos que crecen inclinados

vencidos por la insistente marinada.

Llenas de luz la costa Norte de la Mar Mediterrània

derramas los colores en mi paleta de pintor

que resulta son palabras y mi pincel es un lápiz

volcando palabras en una hoja blanca

de espuma de olas que llegan a la playa.

Al color y la luz le pones sonidos de trinos y cantos

mas perfumes de algas, romeros, retamas, tomillos, lavandas.

Mezclas el sonido de las olas con voces y risas de niños

que hacen castillos con la arena bien mojada.

La mar es tu espejo gigante donde peinas tu pelo de luz

llenas todo con tus rayos, incluso iluminas

 

la oscura sombra interna de la higuera achaparrada

llenas el bosque de la pineda cercana de tenue luz

con cantos de chicharras y ulular de torcazas

bañado en el intenso perfume de la pinaza.

EL LOCO DEL VIENTO

La memoria es como una red de pesca de trama fina. Algunos recuerdos, tal vez porque los consideramos cotidianos y hasta rutinarios, como puede ser salir de la cama cada mañana, nunca quedan atrapados en la red de la memoria.  No quiere decir que se pierdan o desaparezcan sino que están como tornillos o tuercas en una caótica caja de herramientas: nadie sabe en qué momento pueden servir. Esos recuerdos están ahí, sin tiempo, esperando ser útiles alguna vez. Encerrados en la insondable caja de la memoria.

Pero hay otros, que sí quedan atrapados en la red. Son los recuerdos que nos provocaron sensaciones y emociones de tamaño tal que la memoria los atrapó en su red.

Una ida o marcha, no contemplada y planificada del lugar donde naciste y te has desarrollado una etapa de tu vida, sin lugar a dudas crea sentimientos y emociones tan grandes que la red de la memoria las atrapa y sólo las libera cuando el soñador o navegante decide liberar el recuerdo atrapado.  

Cuando decido liberar alguno de estos recuerdos, intento cuidar mucho de dejar marchar hacia el inmenso mar del olvido los sentimientos cubiertos por espinas o aguijones venenosos como puede ser el miedo, la ira, la tristeza, la soledad, la angustia… Una vez extraídos, mediante el reconocimiento, el amor y el agradecimiento por haberlos sentido y vividos, nos queda un recuerdo maravilloso. Limpio, agradable, lleno de amor, de aventura, alegría y la increíble sensación que has vivido algo único, irrepetible y que tienes la suerte que la red de la memoria lo atrapó para poder limpiarlo y evocarlo cuando quieras.

Así fue que rescaté de la red de la memoria mi primer exilio. Este fue dentro del territorio de la República. A mis 11 años y por motivos de ruptura familiar, tuve que marchar con mi madre a casa de una tía en la ciudad de Rocha.

La marcha de mi Montevideo natal fue muy dura, pero como contrapartida y como un auténtico regalo de la vida, pude vivir y conocer una de las zonas más maravillosas del Planeta. Por aquella época era tan inaccesible y solitaria que se la consideraba, vírgen.

Uno de estos lugares era el Cabo Polonio. Digo era porque ahora y desde los últimos años cayó engullido por la aplastante maquinaria del negocio turístico. Pero bueno en la red de la memoria se conserva pura, salvaje, peligrosa y tierna.

Para acceder a este promontorio rocoso que se adentra en el Océano Atlántico, en aquella época era bastante épico o digamos dificultoso.

Cuando iba, lo solía hacer con el sistema de «autostop» o «a dedo» como le decimos nosotros, los orientales. 

Para ir al Polonio, elegía la Ruta 10, es la que va más cercana a la costa. La Ruta 9 es la Panamericana mucho más transitada y alejada de la costa ya que discurre por el Paso de la

Angostura, único lugar con continuidad de «tierra firme» entre las inmensas lagunas, de Rocha, Castillos y Negra, que comunican con la mar por el sistema de «barras arenosas». Al costado que mira al Sur, el océano Atlántico y al Norte los extensos bañados o marismas.

Cuando conseguía llegar lo más cerca posible de la laguna de Castillos, comenzaba un trayecto hacia el Polonio de unos cuantos quilómetros, dependiendo de dónde me dejaran en la ruta. 

Había 2 caminos posibles para llegar al solitario Cabo. Uno era ir por la costa, el preferido por mi, ya que iba disfrutando de la firme arena de la playa, las inmensas olas llenas de espuma yodada, el olor a salitre, a mar y el eterno rugido de miles de olas rompiendo al unísono.  Ese salvaje y solitario conjunto dejó atrapado en la red de la memoria la sensación de inmensidad, de pequeñez corporal ante tan enorme paisaje y lo más importante, ver que te conviertes en espíritu y del pecho surge la expansión que te hace ser todas las cosas. Algo así como debe de ser un estallido cósmico. En ese estado eres océano, viento, nube, ola, ballena, tiburón, albatros, eres un atomizado de átomos tejiendo historias. 

Me fascinaba ver las aletas y los chorros de agua de las ballenas australes jugando con sus crías, o ver «volar» entre las olas a las gigantes rayas negras con sus más de 3 metros de diámetro.  Al ir acercándome al Polonio, el encuentro era con los enormes lobos marinos, mirándome pasar, ellos inmutables con su casi tonelada de peso.

Todo un placer para los sentidos.

El otro camino para llegar al cabo,  consistía en caminar unos 10 km. a través de los enigmáticos médanos móviles, lo más parecido a una travesía por el desierto del Sahara. 

La única diferencia era escuchar constantemente el relajante rugir de la mar, eso sí, lleno de advertencias.  

Cuando llegaba a la cúspide de un médano, el paisaje no tenía parangón. 

Mirando al Sur la interminable mar azul, oscura y profunda, al Norte, las praderas verdes y el brillo de los bañados.

Uno de aquellos días de visita al Cabo Polonio, quedó muy bien atrapado en la red de la memoria. 

Fácil de reconocer, ese día, porque entre las rocas y la gruesa arena del cabo encontré una caracola enorme, sin dudas regalo de las sirenas. 

En el enigmático Polonio, pude sentir sus miradas llenas de ternura y curiosidad. 

Si atiendes bien y discriminas entre el rugido de las olas y el de los lobos puedes escuchar sus voces suaves y finas, capaces de ir desde los oídos hasta el corazón.

La decisión de la vuelta fue por los médanos para así alcanzar la Ruta 9. 

Si no encontraba a nadie que me acercara en su vehículo, tenía el autobús de línea, el que hacía el trayecto de la ciudad fronteriza de Chuy a la ciudad de Rocha.

Era otoño y las temperaturas a la tarde ya comenzaban a caer en picado. La zona aquella siempre se caracteriza por el viento, ya lo dice la letra de una canción: «…..donde el viento no reposa….».

Hasta hacía poco rato había estado soplando el Pampero (viento Sur, frío y seco) en su versión moderada, cosa que no presentaba inconveniente para acceder a la Ruta 9 por los médanos. 

Pero vete aquí que el viento hizo un viraje repentino.  Ya llevaba un buen trecho de la travesía. 

El sureño Pampero viró a SE, indicando una inminente «sudestada». El viento del Sudeste, viene cargado de humedad atlántica, agolpa renegridas nubes y desata las tormentas más fuertes de lluvia y viento.

La arena de los médanos empezó a volar con fuerza, cambiando el paisaje rápidamente. De aquí le viene el nombre de médanos móviles, al no haber árboles que los fijen, ellos entran y salen de la mar de acuerdo al viento que sopla. Muchos «románticos» que habían decidido hacerse una casa en aquellas soledades, las perdieron sepultadas completamente por la arena.

Tuve que envolverme la cara con la camisa porque la arena me cegaba los ojos y se me incrustaba en la boca y nariz. 

Normalmente solíamos ir al Polonio en grupo de dos o tres amigos pero aquella vez había ido solo. Sin brújula, sin visibilidad y con el cielo nublado, empecé a sentir la miedosa angustia de que te puedes quedar enterrado en la arena. 

Cada vez me sentía más cansado. Desorientado iba caminando contra el viento, mala elección. Era consciente que no podía parar porque sentarme era quedar cubierto por la arena en pocos minutos.

De pronto pensé en el sol y en aquel cuadro del Ángel de la Guarda que mi madre tenía  inamovible en la mesa de luz de mi habitación.

Inmediatamente sentí un susurro en el oído que me decía: «el viento es del SE, la Ruta está al Norte, deja que el viento te empuje». 

Más calmado y tranquilo me dejé llevar por el viento sintiendo el empuje de la arena en la espalda, como si una enorme mano me llevara. 

No se cuanto anduve subiendo y bajando médanos pero el hecho es que llegué a la R9. El último tramo, campo a través por que me había apartado unos kilómetros del destino deseado. 

Pero ahí estaba, cansado, sonriente, lleno de arena y mojado, ya había empezado la lluvia. Mientras esperaba el autobús, todavía resuena en mí la sensación de agradecimiento de oír a la distancia el típico silbido del motor de dos tiempos de los autobuses GMC de la ONDA (la mítica compañía de autobuses que llegaba a todos los rincones de la República). Sonido que me supo a gloria en la inmensa soledad de aquellos campos del Sur.

Además de haber quedado atrapada en la red de la memoria, aquella experiencia sobrevivida me dejó una gran enseñanza, un camino a seguir: cuando me encuentro perdido y abrumado caminando por los médanos móviles de la vida, escucho al viento y permito que sus grandes alas me envuelvan y me lleven. Estoy completamente seguro, porque es así, que siempre, siempre, siempre me dejará en un buen puerto o en una buena ruta donde habrá un autobús protector esperándome.

Que los vientos siempre nos lleven a lugares donde nos sintamos y seamos felices.

PD. En la red de la memoria hay más historias atrapadas.

La caracola, regalo de las sirenas del Sur, siempre me acompaña.

SINFONÍA DE LUNA CRECIENTE

He visto la luna escurrirse por las fachadas de edificios casi dormidos, intentando escapar de las luces de la calle.

Luz fría y blanca derramándose por las fachadas. Se escapa entre los barrotes de hierro de balcones que no pueden atraparla.

¿Luna o fuente inagotable de luz lechosa, plateada? Viertes tu luz como una cascada sobre las fachadas, cuando están envueltas de noche, sólo son siluetas negras que tu luz resalta.

Miro los edificios llenos de sueño y ganas de ser bañados de luz lechosa y blanca.

Conviertes las cortantes aristas de algunas fachadas en veloces rampas de bajada. Así, tu líquida luz llega a las calles para iluminar de sueños a seres adormilados.

Hay fachadas llenas de curvas y líneas onduladas. Son como una mujer deseada saliendo de su baño de leche tal y como hacía la reina Cleopatra.

Luz de luna escurriéndose por las fachadas, pasión y misterio de piel erizada. Haces sentir y ver cosas que las sombras esconden y guardan. 

Luz líquida, amorosa, sigilosa, lechosa y brillante, en un cántaro de plata. La ninfa de las estrellas, en sus manos suaves sostiene el cántaro que es la luna. Con una radiante sonrisa vierte sobre las calles, sobre las fachadas y los caminantes cansados su luz líquida lechosa y brillante.

Si te baña el agua de luna podrás soñar con los ojos abiertos o con los ojos cerrados, sólo hay que dejar que te lleven sus aguas.

Secretos de luz de luna escurriéndose sobre las fachadas.

PESCADORES DE PALABRAS

Lleno de palabras viene el aire de primavera. Palabras mezcladas de perfumes dulces: azahares, retamas, tomillos, romeros y oréganos.

Son palabras que si las escuchas esparcen en el aire susurros de un “te quiero”, “gracias”, “te amo”.

Vuelan cargadas de colores para pintarlo todo. Estallan los rojos, blancos, amarillos, lilas, azules, verdes, grises o marrones, todos ellos llenos de matices y combinaciones. Así pintan las rosas, las malvas, las borrajas, retamas e hinojos.

Palabras que son sonidos, flotan en el aire como zumbidos alados de insectos, murmullos de alas en los nidos, trinos y cantos en las ramas. Por las noche el ulular de las rapaces nocturnas nos hacen adivinar el silencio de su vuelo.

En el aire hay palabras de bocas que se besan, estas palabras son ligeras y etéricas, las reconoces en un suspiro, un aliento o un jadeo.

Si te sumerges en el aire y dejas que las palabras atomizadas te toquen, sentirás como el tibio sol acaricia tu cara o como la lluvia fina disuelve las lágrimas. Palabras que son los pies mojados caminando por la fresca arena de una playa. Hay palabras tan hermosas que hacen sentir el tacto de unas manos entrelazadas.

Otras palabras llevan sabores. De miel, hinojos tiernos o labios con sabor a madreselvas.

Parece mentira que todas estas palabras estén en el aire. Para verlas, sentirlas, olerlas, escucharlas y saborearlas tienes que atraparlas. Ser un pescador de palabras. Para ello hay que utilizar la red de hilos de sueños, que todos llevamos en el corazón guardada.

Salir en primavera a pescar palabras siempre llena el alma. El aire de bosques, mares, ciudades, praderas y montañas está lleno de palabras. Están para ser pescadas y escritas. Son interminables.

Lo maravilloso que tienen estas palabras pescadas es que cuando alguien al leerlas después de escritas las abre, vuelven a la vida. Sentirás entonces la ternura del beso, el zumbido de las abejas, la lluvia en la cara, el calor del sol en todo el cuerpo, el color de las flores, los suspiros de amor a corta distancia, la oscuridad de la noche, el cielo estrellado, la luna flotando en el agua.

Si haz hecho una buena pesca sabrás que todo está en las palabras atomizadas en el aire. También hay en el aire las palabras tristes o las que hieren como lanzas, éstas cuando las pesques, no las escribas, devuélvelas al aire. Ellas, las tristes e hirientes serán sonrisas cuando el aire las lleve cerca de un abrazo, una caricia enamorada, un fraterno apretón de manos o unos niños jugando.

Todo un arte el de pescar palabras.

EL ÚLTIMO TREN

Desde la ventana del tren veo como se desliza la noche. Gelatinosa y lánguida avanza sobre las vías, esparciéndose sobre los pueblos que se van durmiendo. Inunda los campos de oscuridad de luna, siempre llena de secretos y misterios.

Mientras el tren se sumerge en la noche, los edificios se apagan lentos, despacio, en silencio. Pocas son las ventanas que dejan escapar luces tenues, llenas de sueño o anunciando un amor ardiendo, otras ya cerraron sus ojos para no ver la noche ni sentir sus misterios.

El tren avanza somnoliento, de estación a estación que con sus frías luces marcan la periferia de un pueblo.

La noche lo detiene, abre las puertas. Como el aire respirado por la boca salen viajeros rendidos al cansancio y el sueño. En algunas estaciones, otros entran, van a sus pueblos, ya engullidos por la oscuridad gelatinosa y lánguida que sólo el tren horada lento. Pero cuando cada uno baja sabe que ese es el lugar de su sueño. Sabe que la oscuridad y la noche lo mecerá con la canción de la luna y las estrellas, viajando por mundos absurdos e inexplicables con el tren de los sueños.

El tren seguirá hasta que la noche gelatinosa y lánguida lo detenga en su estación de sueño. Sin voces, sin nadie adentro, sin respirar gente, solo y vacío se irá apagando sobre los raíles fríos de una vía muerta. 

Suerte que por muy larga que sea la noche, mañana el sol le hará recuperar el aliento. 

LA SEMILLA MUERTA

Un día murió una semilla junto a la mar.
Pequeña, ovalada i fragil, no pudo escapar.
En un hoyo oscuro de tierra, rodeado de piedras vino a reposar.
Junto a una playa de arena y a veces con el amenazante rugido de la mar.
Lloró el cielo sobre la tierra, la pobre semilla muerta le partía el corazón.
Allí sola, enterrada i triste tenía que estar.
Fueron pasando soles y lunas, cayeron sobre el hoyo tapado nevadas y lluvias, calores y fríos.
Sólo el viento sabía que la semilla no estaba muerta.
Sabía, cuando la abrazo con sus alas que ella guardaba una promesa de vida.
Una vez una semilla le dijo al viento, «he de morir miles de veces para hacer eterna la vida».
Por eso la alegría del viento fue enorme cuando vió a la semilla muerta llena de ramas, hojas, flores con perfume de almendras, zumbido de mil abejas y muchas mas semillas madurando para volver a engañarlo haciéndose las muertas.
El viento sin entenderlo suspiró de alegría, al ver tan viva y radiante a la semilla muerta.
Corrió a contárselo a todos, a la mar, la arena y las gaviotas. Enredó las cabelleras sueltas, he hizo surgir sonrisas de alegría a los que caminaban por la playa casi desierta. «Qué fresco viento de primavera, parece que nos trae noticias de vida», dijo alguien mientras besaba una boca de labios frescos, suaves y tiernos como una flor de almendra.

El somni de la barca

Arriba la barca de llum 

amb la panxa carregada,

tresor de vida argentada.

Seitons, sardines i verats,

aniran a les cuines,

delícies culinàries.

Quan va sortir a la mar,

durant la fosca nit

la lluna anava creixent.

Venus, Júpiter i Mart, 

brillaven,

sortia buida del port.

Era un pensament d’abundància,

els pobres seitons, sardines i verats,

No sabien el que la barca pensava.

De tant pensar la barca,

les llums i les xarxes 

el van omplir la panxa. 

Cofoia arriba a port 

després d’una nit llarga,

demà pensarà més 

en peixos de plata. 

21 de marzo de 2023 Día mundial de la Poesía

Etimológicamente, la palabra “poesía” proviene del griego antiguo “poiesis” y quiere decir «creación« «acto de hacer, construir o confeccionar».

El mundo que vemos es pura poesía. La poesía no es más que un pensamiento convertido en emoción y plasmado en palabras, habladas o escritas. Con esas palabras dichas, escuchadas, escritas o leídas creamos el o los mundos en donde se desarrollan nuestras vidas. Como si interpretamos un plano para construir un edificio, una máquina, una fórmula, en resumen un algoritmo.

Toda esta creación es posible gracias a lo que los griegos llamaron “musas”. Seres etéricos que son capaces de atrapar los pensamientos, llevarlos al corazón-cerebro de una persona hasta que sienta una emoción. A partir de esa emoción se irá desplegando el mundo “pensado”. Dependiendo del pensamiento, este será recogido por una musa u otra. Los griegos identificaron a nueve musas diferentes:

CALÍOPE, es la que viene trayendo a palabras los pensamientos épicos.

CLÍO, a través de la historia mantiene vivos los triunfos y los actos de generosidad y altruismo para así crear nuevos.

ERATÓ, la del amor entre los seres humanos, desde el erótico hasta el romántico.

EUTERPE, toda música, hace crear de los pensamientos las melodías que nos pueden llevar al éxtasis o a la tristeza más profunda.

MELPÓMENE, es la que materializa los pensamientos trágicos.

POLIMNIA, nos visita y nos inspira creaciones de mundos espirituales, sacros, religiosos.

TALÍA, crea con nuestros pensamientos los momentos de alegría en fiestas o celebraciones compartidas.

TERPSÍCORE, nos genera realidades de baile, danza y cantos corales.

URANIA, plasma mundos de cielos estrellados e inspira fórmulas matemáticas que hacen ciudades, puentes, naves, ciencias exactas.

Infinidad de veces las encontramos o mejor dicho, las podemos ver. Adquieren normalmente formas de mujer, porque son los únicos seres que pueden crear la vida humana. Esto las hace aptas para alcanzar el contínuo de los pensamientos y transmitirlos en emoción. Así lo pueden convertir en palabras que dichas o escritas crean poesías y realidades.

Una de estas musas me dijo un día: “si piensas que plantas rosales, siempre cosecharás las rosas más hermosas”.

Un día que miraba la mar desde un acantilado, la brisa me trajo la mirada de una musa y sentí cuando atrapó un pensamiento del contínuo e hizo temblar mi corazón. Esto fue lo que me susurró directamente al alma:

“La luz se derrama en el agua,

versos que surgen 

de la mar en calma.

Tu cuerpo brilla

lleno de luz y agua,

me convierto en luz

así abrazar tu alma.

Juntos somos la mar,

la calma, 

perfume de sal 

fondos de algas,

déjame flotar en tu agua.”

EL ABRAZO DE LAS ESTRELLAS

Hay abrazos que pueden convertirse en vidas eternas, o vivir en un segundo la fuerza que crea galaxias y estrellas.

Son como un cielo diurno en donde no vemos las estrellas, están ocultas a los ojos por el azul de cielo. Tul misterioso y mágico que las tapa con delicadeza para que puedan dormir la siesta.

Hay corazones que esconden la fuerza del abrazo bajo la piel como un cielo azul y luminoso ocultando las estrellas.

Pero cuando los brazos se entremezclan y aprietan y los corazones se acercan, se funden en un torrente de polvo de estrellas.

Ese abrazo escapa al tiempo de los hombres, te lleva al tiempo de las estrellas. Puedes vivir una vida eterna, sólo pensando que se ha derramado polvo de estrellas.

Seguramente estos abrazos se producen cuando se acercan corazones que estuvieron juntos en la misma estrella.

Difícil explicar con un método lo que se siente, porque lo que ocurre cuando te envuelve uno de estos abrazos, entras en la vida eterna.

POESÍA GENERAL

Camino de los recuerdos, pintados con amor,

cuadros colgados en la cámara del corazón,

reconstruidos por la mente, alejados del dolor.

Sólo la risa y el canto los pintan en el corazón,

vivir pasito a pasito, respiración a respiración,

así, creamos futuros llenos de alegría y amor.

Mira el sol cómo brilla, escucha el canto del ruiseñor,

mira la luna en la mar, escucha las olas viajar,

camina bajo la lluvia, escucha las gotas repicar.

Ríe con el niño, pinta, ponte a jugar, 

la magia surgirá en el viento, barriletes a volar,

escucha al viento en la brisa o en el huracán.

Mira el color de las flores, su perfume respirar,

acaricia la espiga de trigo y la simple hierba,

escucha cómo te hablan cuando piensas en ellas.

Los días de frío acerca las manos al fuego,

siente cómo se calientan, igual que los labios en el beso,

en el abrazo siente la energía eterna.

Si miras la belleza en el instante, esta será sempiterna,

dulces sentimientos imperdibles en el espacio-tiempo.

emociones y pensamientos haciendo amor eterno.

La inmortalidad es amor, creada por la belleza

pensada y sentida en el corazón,

poesía de amor, inmortal y eterna. 

LA CASA EN LA ARENA

Hay lugares en el mundo que están llenos de soledades. Al Sur del Sur, donde el cielo austral esconde a Ñamandú en una huella de estrellas, existen infinidad de soledades.

Una de éstas soledades está en la costa atlántica del Uruguay entre La Pedrera y el Cabo Polonio.

«Lugares de soledad de soledades

puerta al Todo.

Mis hermanos emplumados

tenían razón, todo es el Gran Espíritu.

Tus ojos, mis ojos son testigo

gran soledad compartida

miles de seres viviendo,

el lobo, la ballena, el delfín,

el albatros o el petrel, 

la tortuga, el yaguareté,

el puma, el infinito océano,

el incansable viento, 

los médanos móviles, 

la infinita pradera,

el águila, el carpincho,

la crucera y el guazú virá…

Todo tan poblado.

¿y tú le llamas soledad?

La casa en la arena,

¡eso sí que es soledad!

Mi mirada no está sola

se llena de soledad,

camino sobre la arena

escucho el rumor de la mar,

sumergido en bolas de espuma,

picadas de arena volando,

voces del viento del Sur

desde la mar suaviza las praderas.

Pregunto al Gran Espíritu,

¿Qué es la soledad?

no conoce esa palabra,

el Todo no sabe qué es soledad.