PESCADORES DE PALABRAS

Lleno de palabras viene el aire de primavera. Palabras mezcladas de perfumes dulces: azahares, retamas, tomillos, romeros y oréganos.

Son palabras que si las escuchas esparcen en el aire susurros de un “te quiero”, “gracias”, “te amo”.

Vuelan cargadas de colores para pintarlo todo. Estallan los rojos, blancos, amarillos, lilas, azules, verdes, grises o marrones, todos ellos llenos de matices y combinaciones. Así pintan las rosas, las malvas, las borrajas, retamas e hinojos.

Palabras que son sonidos, flotan en el aire como zumbidos alados de insectos, murmullos de alas en los nidos, trinos y cantos en las ramas. Por las noche el ulular de las rapaces nocturnas nos hacen adivinar el silencio de su vuelo.

En el aire hay palabras de bocas que se besan, estas palabras son ligeras y etéricas, las reconoces en un suspiro, un aliento o un jadeo.

Si te sumerges en el aire y dejas que las palabras atomizadas te toquen, sentirás como el tibio sol acaricia tu cara o como la lluvia fina disuelve las lágrimas. Palabras que son los pies mojados caminando por la fresca arena de una playa. Hay palabras tan hermosas que hacen sentir el tacto de unas manos entrelazadas.

Otras palabras llevan sabores. De miel, hinojos tiernos o labios con sabor a madreselvas.

Parece mentira que todas estas palabras estén en el aire. Para verlas, sentirlas, olerlas, escucharlas y saborearlas tienes que atraparlas. Ser un pescador de palabras. Para ello hay que utilizar la red de hilos de sueños, que todos llevamos en el corazón guardada.

Salir en primavera a pescar palabras siempre llena el alma. El aire de bosques, mares, ciudades, praderas y montañas está lleno de palabras. Están para ser pescadas y escritas. Son interminables.

Lo maravilloso que tienen estas palabras pescadas es que cuando alguien al leerlas después de escritas las abre, vuelven a la vida. Sentirás entonces la ternura del beso, el zumbido de las abejas, la lluvia en la cara, el calor del sol en todo el cuerpo, el color de las flores, los suspiros de amor a corta distancia, la oscuridad de la noche, el cielo estrellado, la luna flotando en el agua.

Si haz hecho una buena pesca sabrás que todo está en las palabras atomizadas en el aire. También hay en el aire las palabras tristes o las que hieren como lanzas, éstas cuando las pesques, no las escribas, devuélvelas al aire. Ellas, las tristes e hirientes serán sonrisas cuando el aire las lleve cerca de un abrazo, una caricia enamorada, un fraterno apretón de manos o unos niños jugando.

Todo un arte el de pescar palabras.

EL ÚLTIMO TREN

Desde la ventana del tren veo como se desliza la noche. Gelatinosa y lánguida avanza sobre las vías, esparciéndose sobre los pueblos que se van durmiendo. Inunda los campos de oscuridad de luna, siempre llena de secretos y misterios.

Mientras el tren se sumerge en la noche, los edificios se apagan lentos, despacio, en silencio. Pocas son las ventanas que dejan escapar luces tenues, llenas de sueño o anunciando un amor ardiendo, otras ya cerraron sus ojos para no ver la noche ni sentir sus misterios.

El tren avanza somnoliento, de estación a estación que con sus frías luces marcan la periferia de un pueblo.

La noche lo detiene, abre las puertas. Como el aire respirado por la boca salen viajeros rendidos al cansancio y el sueño. En algunas estaciones, otros entran, van a sus pueblos, ya engullidos por la oscuridad gelatinosa y lánguida que sólo el tren horada lento. Pero cuando cada uno baja sabe que ese es el lugar de su sueño. Sabe que la oscuridad y la noche lo mecerá con la canción de la luna y las estrellas, viajando por mundos absurdos e inexplicables con el tren de los sueños.

El tren seguirá hasta que la noche gelatinosa y lánguida lo detenga en su estación de sueño. Sin voces, sin nadie adentro, sin respirar gente, solo y vacío se irá apagando sobre los raíles fríos de una vía muerta. 

Suerte que por muy larga que sea la noche, mañana el sol le hará recuperar el aliento. 

LA SEMILLA MUERTA

Un día murió una semilla junto a la mar.
Pequeña, ovalada i fragil, no pudo escapar.
En un hoyo oscuro de tierra, rodeado de piedras vino a reposar.
Junto a una playa de arena y a veces con el amenazante rugido de la mar.
Lloró el cielo sobre la tierra, la pobre semilla muerta le partía el corazón.
Allí sola, enterrada i triste tenía que estar.
Fueron pasando soles y lunas, cayeron sobre el hoyo tapado nevadas y lluvias, calores y fríos.
Sólo el viento sabía que la semilla no estaba muerta.
Sabía, cuando la abrazo con sus alas que ella guardaba una promesa de vida.
Una vez una semilla le dijo al viento, «he de morir miles de veces para hacer eterna la vida».
Por eso la alegría del viento fue enorme cuando vió a la semilla muerta llena de ramas, hojas, flores con perfume de almendras, zumbido de mil abejas y muchas mas semillas madurando para volver a engañarlo haciéndose las muertas.
El viento sin entenderlo suspiró de alegría, al ver tan viva y radiante a la semilla muerta.
Corrió a contárselo a todos, a la mar, la arena y las gaviotas. Enredó las cabelleras sueltas, he hizo surgir sonrisas de alegría a los que caminaban por la playa casi desierta. «Qué fresco viento de primavera, parece que nos trae noticias de vida», dijo alguien mientras besaba una boca de labios frescos, suaves y tiernos como una flor de almendra.