Desde mi ventana veo la mar y su azul horizonte inalcanzable.
En las tardes de otoño el sol poniente envuelve los tejados y el campanario de la iglesia de luz dorada. Toda una invitación al descanso. Risas y sonidos suenan lejanos, nadando como peces en la suave luz dorada.
En el horizonte, desde la mar azulada, surge el cielo rosado donde se recorta la silueta de un gran barco, seguro guiado por los destellos del faro. Quiero pensar que va cargado de sueños, trayendo y llevando historias de tormentas y aguas en calma, de amores vívidos en puertos lejanos.
Me gusta ver un gran barco navegar el horizonte sin caerse al otro lado. Mientras tanto su silueta oscura se ve nítida entre el cielo rosado y la mar cada vez más oscura azulada. Va presto a descargar toneladas de sueños, ves a saber en qué puerto lejano.
Impresiones de un atardecer desde mi ventana.
Cuarto menguante de octubre 2019.