SINFONÍA DE LUNA CRECIENTE

He visto la luna escurrirse por las fachadas de edificios casi dormidos, intentando escapar de las luces de la calle.

Luz fría y blanca derramándose por las fachadas. Se escapa entre los barrotes de hierro de balcones que no pueden atraparla.

¿Luna o fuente inagotable de luz lechosa, plateada? Viertes tu luz como una cascada sobre las fachadas, cuando están envueltas de noche, sólo son siluetas negras que tu luz resalta.

Miro los edificios llenos de sueño y ganas de ser bañados de luz lechosa y blanca.

Conviertes las cortantes aristas de algunas fachadas en veloces rampas de bajada. Así, tu líquida luz llega a las calles para iluminar de sueños a seres adormilados.

Hay fachadas llenas de curvas y líneas onduladas. Son como una mujer deseada saliendo de su baño de leche tal y como hacía la reina Cleopatra.

Luz de luna escurriéndose por las fachadas, pasión y misterio de piel erizada. Haces sentir y ver cosas que las sombras esconden y guardan. 

Luz líquida, amorosa, sigilosa, lechosa y brillante, en un cántaro de plata. La ninfa de las estrellas, en sus manos suaves sostiene el cántaro que es la luna. Con una radiante sonrisa vierte sobre las calles, sobre las fachadas y los caminantes cansados su luz líquida lechosa y brillante.

Si te baña el agua de luna podrás soñar con los ojos abiertos o con los ojos cerrados, sólo hay que dejar que te lleven sus aguas.

Secretos de luz de luna escurriéndose sobre las fachadas.

PESCADORES DE PALABRAS

Lleno de palabras viene el aire de primavera. Palabras mezcladas de perfumes dulces: azahares, retamas, tomillos, romeros y oréganos.

Son palabras que si las escuchas esparcen en el aire susurros de un “te quiero”, “gracias”, “te amo”.

Vuelan cargadas de colores para pintarlo todo. Estallan los rojos, blancos, amarillos, lilas, azules, verdes, grises o marrones, todos ellos llenos de matices y combinaciones. Así pintan las rosas, las malvas, las borrajas, retamas e hinojos.

Palabras que son sonidos, flotan en el aire como zumbidos alados de insectos, murmullos de alas en los nidos, trinos y cantos en las ramas. Por las noche el ulular de las rapaces nocturnas nos hacen adivinar el silencio de su vuelo.

En el aire hay palabras de bocas que se besan, estas palabras son ligeras y etéricas, las reconoces en un suspiro, un aliento o un jadeo.

Si te sumerges en el aire y dejas que las palabras atomizadas te toquen, sentirás como el tibio sol acaricia tu cara o como la lluvia fina disuelve las lágrimas. Palabras que son los pies mojados caminando por la fresca arena de una playa. Hay palabras tan hermosas que hacen sentir el tacto de unas manos entrelazadas.

Otras palabras llevan sabores. De miel, hinojos tiernos o labios con sabor a madreselvas.

Parece mentira que todas estas palabras estén en el aire. Para verlas, sentirlas, olerlas, escucharlas y saborearlas tienes que atraparlas. Ser un pescador de palabras. Para ello hay que utilizar la red de hilos de sueños, que todos llevamos en el corazón guardada.

Salir en primavera a pescar palabras siempre llena el alma. El aire de bosques, mares, ciudades, praderas y montañas está lleno de palabras. Están para ser pescadas y escritas. Son interminables.

Lo maravilloso que tienen estas palabras pescadas es que cuando alguien al leerlas después de escritas las abre, vuelven a la vida. Sentirás entonces la ternura del beso, el zumbido de las abejas, la lluvia en la cara, el calor del sol en todo el cuerpo, el color de las flores, los suspiros de amor a corta distancia, la oscuridad de la noche, el cielo estrellado, la luna flotando en el agua.

Si haz hecho una buena pesca sabrás que todo está en las palabras atomizadas en el aire. También hay en el aire las palabras tristes o las que hieren como lanzas, éstas cuando las pesques, no las escribas, devuélvelas al aire. Ellas, las tristes e hirientes serán sonrisas cuando el aire las lleve cerca de un abrazo, una caricia enamorada, un fraterno apretón de manos o unos niños jugando.

Todo un arte el de pescar palabras.

21 de marzo de 2023 Día mundial de la Poesía

Etimológicamente, la palabra “poesía” proviene del griego antiguo “poiesis” y quiere decir «creación« «acto de hacer, construir o confeccionar».

El mundo que vemos es pura poesía. La poesía no es más que un pensamiento convertido en emoción y plasmado en palabras, habladas o escritas. Con esas palabras dichas, escuchadas, escritas o leídas creamos el o los mundos en donde se desarrollan nuestras vidas. Como si interpretamos un plano para construir un edificio, una máquina, una fórmula, en resumen un algoritmo.

Toda esta creación es posible gracias a lo que los griegos llamaron “musas”. Seres etéricos que son capaces de atrapar los pensamientos, llevarlos al corazón-cerebro de una persona hasta que sienta una emoción. A partir de esa emoción se irá desplegando el mundo “pensado”. Dependiendo del pensamiento, este será recogido por una musa u otra. Los griegos identificaron a nueve musas diferentes:

CALÍOPE, es la que viene trayendo a palabras los pensamientos épicos.

CLÍO, a través de la historia mantiene vivos los triunfos y los actos de generosidad y altruismo para así crear nuevos.

ERATÓ, la del amor entre los seres humanos, desde el erótico hasta el romántico.

EUTERPE, toda música, hace crear de los pensamientos las melodías que nos pueden llevar al éxtasis o a la tristeza más profunda.

MELPÓMENE, es la que materializa los pensamientos trágicos.

POLIMNIA, nos visita y nos inspira creaciones de mundos espirituales, sacros, religiosos.

TALÍA, crea con nuestros pensamientos los momentos de alegría en fiestas o celebraciones compartidas.

TERPSÍCORE, nos genera realidades de baile, danza y cantos corales.

URANIA, plasma mundos de cielos estrellados e inspira fórmulas matemáticas que hacen ciudades, puentes, naves, ciencias exactas.

Infinidad de veces las encontramos o mejor dicho, las podemos ver. Adquieren normalmente formas de mujer, porque son los únicos seres que pueden crear la vida humana. Esto las hace aptas para alcanzar el contínuo de los pensamientos y transmitirlos en emoción. Así lo pueden convertir en palabras que dichas o escritas crean poesías y realidades.

Una de estas musas me dijo un día: “si piensas que plantas rosales, siempre cosecharás las rosas más hermosas”.

Un día que miraba la mar desde un acantilado, la brisa me trajo la mirada de una musa y sentí cuando atrapó un pensamiento del contínuo e hizo temblar mi corazón. Esto fue lo que me susurró directamente al alma:

“La luz se derrama en el agua,

versos que surgen 

de la mar en calma.

Tu cuerpo brilla

lleno de luz y agua,

me convierto en luz

así abrazar tu alma.

Juntos somos la mar,

la calma, 

perfume de sal 

fondos de algas,

déjame flotar en tu agua.”

POESÍA GENERAL

Camino de los recuerdos, pintados con amor,

cuadros colgados en la cámara del corazón,

reconstruidos por la mente, alejados del dolor.

Sólo la risa y el canto los pintan en el corazón,

vivir pasito a pasito, respiración a respiración,

así, creamos futuros llenos de alegría y amor.

Mira el sol cómo brilla, escucha el canto del ruiseñor,

mira la luna en la mar, escucha las olas viajar,

camina bajo la lluvia, escucha las gotas repicar.

Ríe con el niño, pinta, ponte a jugar, 

la magia surgirá en el viento, barriletes a volar,

escucha al viento en la brisa o en el huracán.

Mira el color de las flores, su perfume respirar,

acaricia la espiga de trigo y la simple hierba,

escucha cómo te hablan cuando piensas en ellas.

Los días de frío acerca las manos al fuego,

siente cómo se calientan, igual que los labios en el beso,

en el abrazo siente la energía eterna.

Si miras la belleza en el instante, esta será sempiterna,

dulces sentimientos imperdibles en el espacio-tiempo.

emociones y pensamientos haciendo amor eterno.

La inmortalidad es amor, creada por la belleza

pensada y sentida en el corazón,

poesía de amor, inmortal y eterna. 

Los niños y la murga

Aquel carnaval coincidía con los últimos días de febrero. Quedaba poco para acabar el verano y entrar de lleno en el otoño.

Era notorio que los días se iban acortando. En el aire se respiraba ya la luz otoñal y esa melancolía que traen como una manta las noches largas.

Hablando de noches, ya se notaba el fresco que hacía tiritar de frío a las estrellas. Era casi obligado ponerse calcetines, zapatos cerrados y llevar a la tarde una chaqueta o un jersey, puesto, colgado del brazo o sobre los hombros con las mangas anudadas al pecho.

Quedaban pocos días para comenzar las clases o sea el año escolar. Por eso los chiquilines del barrio intentábamos disfrutar al máximo las delicias que nos traía el verano.

Jugar partidos de fútbol en la calle, mareaditos, como le llamábamos. Tirarnos con las chatas construidas con las maderas de un fondo de cajón de verduras, dos ejes salientes de madera, el posterior fijo y el anterior móvil para poder direccionar el vehículo, estos ejes llevaban encajados cuatro cojinetes o rulemanes, como les decíamos, a modo de metálicas ruedas. Con estas maravillas nos tirábamos por las pendientes calles del Cerrito de la Victoria, nuestro barrio. Al ir a tan poca distancia del suelo, de ahí el nombre de chata, la sensación de velocidad y libertad eran únicos y más para niños de entre siete y once años. Las carreras emocionantes que se organizaban. En la meta no teníamos bandera de cuadros pero nunca faltaba alguien con un un llamativo trapo de cocina, sustraído de la casa peligrosamente, jamás había el consentimiento familiar para llevarse un trapo de secar los platos.

Otra de las delicias del verano era jugar al “chate-piedra”. Un juego bastante parecido a las bochas pero sin bochas. En lugar de estas bolas de madera utilizábamos piedras o trozos de hormigón planos. Como las calles eran de cemento se deslizaban muy bien impactando en la piedra del contrincante y desplazándola del camino trazado. Todo un oficio de puntería.

Luego estaban las “guerras” con hondas, arcos o dardos, siempre intentando acertar a blancos predeterminados. Si bien evitábamos los accidentes, de vez en cuando se producía alguna pequeña herida entre los contendientes. Cuando esto pasaba, la bronca de los padres llegaba a ser monumental, con requisamiento de armamento y penitencia que duraba días. Por eso había que evitarlo.

Luego disfrutábamos sin límites los juegos grupales, “el librado”, “la escondida” o la “rayuela”.

Jugar bajo la lluvia de verano sólo con el pantalón corto era otra de las delicias. Fabricar barquitos de papel de estraza, hacerlos navegar por las aguas bravas de la torrentada o en los mares interiores y calmos de los charcos, nos despertaba la imaginación más extrema. Algunos eran destruidos por la incontenible fuerza de un huracán oceánico, otros, los que llegaban a ser engullidos por las enorme “boca de tormentas”, alcantarillas, seguían su lucha infatigable y heroica por los ríos subterráneos con destino al gran río, el ancho como mar. Allí vencerían en singulares batallas a galeones españoles con más de treinta cañones y devolverían el oro y la plata que habían robado a los pueblos indios del Norte allá en la enorme serranía de los Andes. Otras veces se tenían que enfrentar a temibles navíos piratas, ingleses o franceses que atacaban y robaban poblaciones de la costa del Gran Río. Eso sí con los que se aliaban siempre para combatir a portugueses y españoles era con los Corsarios de Artigas, aquellos barcos con bandera de la Confederación de las Provincias Unidas del Río de la Plata, armados por una Gran Nación que comenzaba su andadura en la democracia por aquellos tiempos: Estados Unidos.

Luego que pasaba la lluvia, montábamos en el jardín de la casa un auténtico barco de guerra. De los cuadrados metálicos del largo portón, salían unos troncos cilíndricos a modo de cañones. Invencibles. Unas veces éramos patriotas corsarios y otras desalmados piratas. El hecho es: siempre ganábamos.

Pero en los veranos cuando llegaba carnaval el disfrute llegaba a cotas inimaginables.

Primero recorríamos el barrio leyendo en los pizarrones de los clubes o sedes sociales que montaban tablados, escenarios donde actuaban las murgas o parodistas.

Los comentarios eran: “En le Club Industrias están los Diablos Verdes, Curtidores de Hongos y la Soberana”. “Sí pero en la Peña Vecinal Vivir vienen Asaltantes con Patente, La Escuelita del Crimen y Araca la Cana”. Esperábamos también a los Saltimbanquis, Patos Cabreros o la Milonga Nacional….

Lo primero que hacíamos evidentemente era armar nuestra propia murga.

Dos tapas de ollas grandes, sustraídas con sigilo de las cocinas, hacían de platillos. Unas latas grandes de conservas vacías perforadas simétricamente para atarles una cuerda, así colgaban como si fueran redoblantes que hacíamos sonar con dos palitos finos. Las latas grandes de aceite o queroseno, servían de bombos.

Luego, imprescindible para ser un verdadero murguista, había que pintarse la cara.

Pinturas no teníamos, como mucho podíamos utilizar un lápiz de labios rojo, pero eso era de alto riesgo, alguno de los amigos lo tenía que robar a su madre, asumiendo las terribles consecuencias si era descubierto. Por lo tanto utilizábamos mayoritariamente la pintura más asequible que teníamos: el negro hollín de un tapón de corcho quemado en una punta. El amigo que nos pintaba la cara lo utilizaba como un lápiz gordo.

Así quedábamos con las caras negras, a veces se veía claramente una estrella o una media luna. La mayoría de las veces eran rayas o círculos negros sobre los cachetes.

Todos embetunados de negro, las sonrisas lucía mucho más.

En esa felicidad salíamos por las calles del barrio imitando los bailes de las murgas y cantando trozos que nos sabíamos de memoria de algunas de las letras más famosas.

Casi siempre empezábamos con una letra de los Patos Cabreros de 1927 escrita por Omar Odriozola:

“Uruguayos campeones, de América y el mundo, esforzados atletas que acaban de triunfar, los clarines que dieron las dianas en Colombes, más allá de los Andes volvieron a sonar…”

“Retirada” 1968 de la murga “Milonga Nacional”, con letra de Carlos Modernell.

“Fue en noches de carnavales

que escuchamos al pasar

la pregunta de aquel niño:

¿Qué es una murga, mamá?

Murga: murga es una golondrina

Que en su romántico vuelo

Barriletes de ilusión

Va recortando en el cielo.”

Murga es el imán fraterno

Que al pueblo atrae y hechiza.

Murga es la eterna sonrisa

En los labios de un Pierrot,

Quijotesca bufonada

Que se aplaude con cariño,

Es la sonrisa de un niño

Al que ofrendan su canción…”

Cuando comenzaba a oscurecer íbamos corriendo a la puerta de los clubes donde había tablado para esperar la llegada de las murgas.

Estos venían en camiones grandes con la lona tapando la zona de carga. No fuera a ser que lloviera y se mojaran los vistosos trajes de los murguistas.

Los escuchabas venir de lejos. Los tres músicos con bombo, platillos y redoblante, iban siempre sentados al final de la caja del camión con las piernas colgando de la puerta abatida. El sonido de los platillos acompañados de algún redoble mientras el camión avanzaba veloz llenaba las calles de sonrisas y alegría.

– Mirá, mirá, allá viene el camión, seguro que son los Diablos Verdes.

– No, yo creo que son los Patos Cabreros….

Así es que nos quedó para siempre esta “retirada”:

Línea Maginot (1940)

«Se van, se van los Patos,

Los Asaltantes se van,

Se va La Gran Muñeca,

La Milonga Nacional,

Se van se van los Hongos,

Araca la Cana se va

Con Bochinche y compañia

Linea Maginot se va.»

Y así se pasaban los días de carnaval despidiendo el verano.

A mi hermano Aldo, con el cual “sentados al cordón de la vereda, bajo la sombra de algún árbol bonachón, vimos pasar coquetos carnavales, careta viva….”

Fernando

La lluvia: mi amiga, mi compañera

Cuando la lluvia es tu compañera, siempre te alegras de volver a verla.

Cuando era niño me acompañaba a la escuela. Me regalaba charcos hermosos por donde podían navegar mis barcos. Los de papel de estraza navegaban por mundos lejanos, incluso si con una rama provocaba una tormenta. Tripulaciones de viajeros que no sabían que estaban en un charco.

Otras veces, con mis botas de media caña, saltaba de uno a otro salpicando mi bata blanca. Los más grandes charcos eran los que más me gustaban. Era un valiente explorador que avanzaba por ciénagas peligrosas, llenas de yacarés y anacondas que acechaban. Aunque iba tranquilo y seguro con mi protectora espada de palo.

Me encantaba que mi amiga me mojara la cara. Bueno, más bien me acariciaba, abría la boca y bebía su agua, pura, cristalina e inmaculada. Venía del cielo, los ángeles nos regaban.

En las largas noches de invierno era mi cantante de nanas haciendo que las gotas repicaran en el cristal de la ventana. Cuántos ritmos de tambores y redoblantes, a veces acompañados por los oboes del viento. Era el ritmo del cielo sonando en mi casa, en mi barrio.

En el verano, de pantalón corto y descalzo, bailando y saltando en medio del aguacero tibio que el cielo me regalaba. Entonces era un respetado chamán o brujo de una tribu de mis hermanos emplumados, feliz porque el cielo había escuchado la plegaria pidiendo lluvia para aplacar la sed de los campos en verano.

Llenaba de pequeños diamantes los pétalos perfumados, del jazmín, de las rosas, violetas y glicinas. No se olvidaba de sembrar también los pastos, las hojas por humildes y sencillas que fueran. Todas iban con sus collares de diamantes.

Siempre me alegro de verte amiga y compañera. Me devuelves los charcos y las flores con collares de diamantes.

TU MIRADA EN EL VIENTO

Creo que me gusta el viento porque acerca cosas lejanas. Por ejemplo una mirada.

¿Qué esconde el viento en sus invisibles alas?

Sólo veo mecer de ramas, arena rodando por la playa, olas encrespadas o en remansos de agua, ondas, que los hacen parecer calles empedradas. Cometas de papel y cañas pintando cielos, sujetas por hilos en infantiles manos.

Viento frío que vienes de lejos. De vastas llanuras heladas o de montañas nevadas.

Las nubes viajan rápidas, parecen muy livianas.

Por eso, creo, me gusta mirar el viento, porque me acerca tu mirada.

Aquella que salió de tus ojos en una noche lejana o ¿en un amanecer de rojos, amarillos y naranjas?

Mirada maravillada, mirada de luz que viaja eternamente, como la luz de cualquier estrella solitaria.

En el viento nuestras miradas se encuentran, se aman. Juntas viajan a lugares magníficos, llenos de olas, montañas, praderas heladas, arenas volando por dunas lejanas.

Dame la mano, perdón, unamos nuestras miradas. Viajemos con el viento, susurrémonos palabras.

PRIMAVERA GUARDADA

Primavera guardada en el corazón,

tarde de luz junto a la mar.

Un faro solitario, enormes rocas doradas,

un océano azul profundo,

rugir de olas, rizos de espuma blanca.

Playas de arena gruesa,

caracolas gigantes y estrellas de mar,

intenso olor de algas rojas, yodo y sal.

Radiante azul claro del cielo,

viento helado, canto de ballenas,

aullidos de lobos de mar.

Horizonte que te lleva lejos, muy lejos,

por mares helados, naufragios perdidos,

voces mezcladas en el viento,

ahogadas entre anémonas y algas.

Compañía de primavera guardada,

arena gruesa, rocas doradas, 

olas y viento, caracolas y estrellas

olor de inmensidad atomizada. 

Archivo de audio:

PRIMAVERA EN EL AIRE

Suave perfume en el aire 

susurros de tu voz

llantos de soledad 

temblorosos en el viento, 

tu voz y tu perfume

envuelven en luz la noche,

llenan la soledad de amor 

tu pálida voz en el viento,

respira perfumes de luz

perfumes de amor.

Sentidos, sentimientos, amor.

Los sentidos son puentes a las emociones. Sentimientos luego, que brotan del alma.

Una melodía lejana, unas risas, el rumor de las olas, oír la cascada, el susurro del viento en las agujas de los pinos, el estruendo del rayo en la tormenta desatada. Sonidos que me hacen sentir nostalgia.

Ver un cielo gris encapotado, un barco navegando en la distancia, un camino borrado por la niebla, un llanto, ver adoquines mojados. Son imágenes que me hacen sentir tristeza melancólica, cercana y lejana.

Oler en una mañana el pan recién horneado, el café caliente y la leche derramada, el perfume de gardenias inundando una calle, las flores de madreselvas y cuando empieza la lluvia, el perfume de tierra mojada, el delicioso olor a estofado. Perfumes u olores que me llenan de paz, de alegría en calma.

El sabor del chocolate negro, el del pan mojado en una salsa, el sabor de las algas, de los ñoquis de un domingo, el del vino tinto con queso de vaca. Sabores que me hacen sentir seguro, con el corazón en calma.

Sentir el aire fresco en la cara, el agua de la mar mientras nadas, lo blando y tibio de los labios de una boca enamorada, la caricia porque sí, las manos calientes, el juego de las cosquillas, los pies en la hierba fresca, mojada, los cuerpos en el abrazo, fraterno o apasionado. Tactos que me hacen sentir feliz, unido a todas las cosas.

Qué fortuna más grande los sentidos que nos llevan al envolvente, disolvente, expandido Amor.

Juguemos a hacer mezcla de sentidos a ver qué sentimiento resulta.

«Bajo un cielo gris, camino en una tormenta desatada. La calle se borra en la niebla. Al entrar al bar el perfume del café caliente me embriaga. Tus manos tibias acarician mi cara mojada.»

«Entro a la mar acompañado del rumor de las olas. Un barco se pierde en la distancia. Intenso perfume de agua salada. Mientras la mar me acaricia con sus aguas, paso la lengua por mis labios con sabor a algas.»

«El cielo está gris y encapotado. De la cocina surgen risas. Antes de entrar ya huelo el pan recién horneado. -Prueba con un trozo de pan la salsa- ¡qué rico está este estofado! Mi madre me abraza.»

«Después de escuchar el estruendo del rayo y las gotas golpeando el paraguas, los adoquines brillan mojados. El perfume de gardenias envuelve la tarde. Los dos nos detenemos bajo el paraguas. Saboreamos los labios con gusto a madreselvas. Nos fundimos en un abrazo sin dejar de besarnos.»

Amo todo lo que siento. También lo que provoca ira, dolor o rabia.
Sólo saber que los sentimientos son combinables usando los sentidos.
Que todo nos lleva a ser viajeros del Amor.

P.D.: Escrito en una mañana que me desperté envuelto por una vieja nostalgia y en el aire un intenso olor de agua.