Caminos de luz

El sol surge del nido, guardado por las ramas desnudas de un árbol invernal. Hace su recorrido volando como un misterioso pájaro de luz. Va trazando caminos de luz sobre la mar. Caminan las barcas hacia la brillante luz. Se diluyen las sombras en la intensa claridad. El aire esparce fotones que se pueden respirar. Inspira, espira déjate llenar de luz. Entra luz, propaga luz, camina en la luz. Siente como la luz llena tu cuerpo, siente la arena fresca en tus pies. Se frágil como la huella que la mar la convertirá en playa una y otra vez. Siente como vibra el aire cuando recorres el sendero de luz. Escucha a la mar, escucha las voces y susurros que el aire lleva y trae, escucha los cantos de los pájaros, las risas de los niños y el silencioso caminar del sol. Si quieres llorar, llora, que estás junto al mar y sabe que cada lágrima será parte de la mar. Tus lágrimas transmutarán en alegría e inmortales serán porque formarán con la mar caminos de luz que sólo transportan alegría amor y paz.

Creemos el mundo de los caminos de luz. Dame tu mano y empecemos a caminar. Mañana cuando despertemos después de una borrachera de estrellas otro mundo será.

La luz, la materia que crea todos los sueños, sólo necesitas como herramientas tus sentimientos y emociones….. y saber qué es lo que quieres esculpir. Yo te propongo que esculpamos todo lo que nos hace felices, sentir alegres y en paz.

Recorre los caminos de luz, hasta en la calle más oscura los encontrarás.

Ventana a la mar

Abro las ventanas de mis ojos

dejo entrar la inmensa mar.

Hoy entras calma y mansa,

espejo gris lleno de humedad,

viajeras nubes dejas peinar.

El sol en tu superficie

dos veces puede brillar,

espejo gris lleno de humedad,

¿qué escondes en tu profundidad?

Me imagino volar los peces,

con sirenas jugar.

Guardiana de mil naufragios

llena de almas estás.

Por las ventanas de mis ojos

en mi alma estás

oigo tu rumores de espuma y sal.

Tu mirada enamorada

mi alma puede tocar.

Para los marinos, eres la mar.

Igual que madre amorosa y severa

a tus hijos alimento nos das.

Espejo que reflejas las lunas llenas

los ojos de mi amada me haces llegar,

saboreo tus labios tiernos,

espuma de ola y sal.

Siempre eres camino

por donde partir o llegar.

Acaricio tus suaves caderas,

olas que a la playa van,

entro en tus misteriosas cuevas

de algas que el cielo hacen tocar.

Entonces me fundo contigo,

juntos nos ponemos a nadar,

¿nadar o volar?

sólo recorremos mundos

que el amor sabe crear.

Compañera, amante, espejo de luna y sol,

llena de secretos estás

que en tu profunda alma sabes guardar.

Por eso mi alma te ama con firme pasión,

como sólo lo hacen los hijos de la mar.

 

Escrito viajando en un tren de Vilanova i la Geltrú a Barcelona mientras atravesábamos los túneles del Massis del Garraf con la mar junto a nosotros.

Puerta dimensional del viento.

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Siempre pensamos que cuando sopla con fuerza el viento se lleva cosas. Lo he visto arrancar árboles como si de débiles hierbas se tratara, hacer volar tejados enteros, arrastrar personas, levantar olas gigantescas. Son los grandes vientos, aquellos descriptos por Jorge Amado en «Los viejos marineros», aquellos que soplan con terrible fuerza, no para llevarse nada sino «…dispuestos a destruirlo todo para salvar el sueño..».

A mi me pasa que cuando los contemplo vestidos de hojarasca, polvo o arena, formando agujeros de gusano, esas puertas que viajan por el espacio – tiempo, mi alma se une a ellos y me disuelvo en el torbellino que me lleva a infinitos tiempos.

Si lo escucho aullar herido al querer atravesar las rendijas de las ventanas, me transporto a mi niñez. Me veo en una cocina caliente, con olor a estofado caliente, sentado en mi pequeña silla metálica dibujando o pintando con acuarelas en una hoja de papel garbanzo y como mesa un cajón de verduras. Veo a mi madre cocinando y a mi hermana buscando la música que le gusta en la enorme caja de madera que guardaba la radio de lámparas. Eso si, siempre es de noche e invierno. Tal vez era sentir la seguridad de aquella cocina tibia y acogedora que no dejaba entrar al viento helado y tétrico que llenaba de soledad las calles y hacía que en las cocinas se contaran historias de misterio o enigmas no resueltos.

Otras veces, cuando acaricia mi cara con fuerza y deja mi pelo revuelto, me veo con las enormes cometas de cañas, papeles de colores y largas colas de trapos, intentando no cortarme los dedos con el resistente hilo engrasado. Cometas que hacíamos con tanto cariño y destreza. Estrellas, luceros, barriletes, cajones, barcos, las infinitas formas de los sueños creadas para que fueran nuestros ángeles voladores llevando nuestro corazón al cielo, a jugar con las nubes, a burlarse de las ramas más altas de los árboles. Veo el profundo cielo azul lleno de puntos con astros de caña y papel llenando de colorido el infinito. Me trae voces y sonidos familiares inundando el aire de caras y sonrisas de niños jugando a ser viento.

Cuando sopla húmedo y frío, lo atravieso para llegar a una playa oceánica, viendo un enorme sol rojo desapareciendo en la mar entre las brumas de la lejanía. Escucho el chasquido de látigo de enormes olas antes de romper en mil y un rugidos. Lobos marinos deleitándose en el juego que les brinda la mar helada.  Subir altos médanos con las piernas desnudas sintiendo mil pinchazos de la arena voladora.  Llego a veces a la orilla de kilométricas lagunas erizadas en miles de pequeñas olas que no pueden hacer espumosas crestas. Pisando el inestable pajonal, escuchar el concierto de flautas, clarinetes y oboes del viento pasando entre las totoras y pajas bravas que se mecen pero no se quiebran.

El torbellino me lleva al centro de un trigal amarillo moviéndose en ondas que no paran de producirse. Tal vez sea yo la piedra que cae en el estanque de trigo y provoca las ondas concéntricas.

La puerta que más me gusta es aquella que se abre cuando sopla con lluvia. Debe de ser porque mis labios tocan una cálida y acogedora boca mientras acaricio una cara mojada y juego a enredarme en la más hermosa de las cabelleras húmedas. Escucho el flamear del paraguas que sale volando sin importar para nada la lluvia.

Puertas que abren los vientos, que no se llevan nada, todo lo contrario te traen cosas, amores, paisajes, viajes, susurros de amor, vuelos en cometas de caña y papel. Creo que siempre vienen para salvar un sueño, en sus grandes alas podemos volar a vivir y realizar el sueño. No se olviden que son puertas del misterioso espacio – tiempo.

Invierno junto a la mar

 

Mestral o Tramuntana, Xaloc, Garbí o Gregal,

alientos cálidos o helados que erizan la mar.

¿De dónde vienen y a dónde van? me he preguntado,

de ninguna parte y a ningún lugar van, han susurrado.

Sólo queremos acariciar y erizar la mar,

dejar la playa desierta y nuestra huella marcar,

convertirnos en olas encrespadas o en mansa mar

dejar olas en la arena, atrevidas hierbas besar.

Lo que más queremos de todo este loco peregrinar

es que las almas vuelen con nuestras alas

entre el frío y la soledad, el calor y la multitud

esparciendo y mezclando sueños de libertad,

susurros y voces que llevan alegría, amor y paz.

Sólo en la soledad de la fría playa puedes escuchar

las voces y los susurros de los fríos Mestral y Tramuntana,

los húmedos Gregal y Garbí o los cálidos y secos

Migjorn o Llebeig, soplando con fuerza

acariciando o erizando las arenas o la mar.

El viento y las nubes

Igual que el viento

despeina las nubes

quisiera con mis dedos

despeinar tu pelo,

como el viento y las nubes

sumergirnos en cielo.

La noche y la luna

Reina de los cielos nocturnos

llenas de misterio mi corazón,

te conviertes en mi lejana amada

tu luz inunda mis ojos de amor.

Surges entre las nubes brillante

como unas sensuales manos

surgen de unas frescas sábanas

acaricias mi cuerpo y mi alma

en el apasionado beso,

de luz serena y blanca

luna llena del frío invierno

juego contigo entre las sábanas.