Invierno en Septentrión

Paraísos cercanos aquellos que puedes respirar, oler, tocar, ver, palatar.

Massís del Garraf, vieja montaña cárstica, misteriosa, de simas profundas.

Puedo ver desde tus acantilados ponerse el sol en la mar, intrépidos veleros intentando atrapar la luz.

Remanso para patos, garzas y almas en tus plácidas marismas, refugio, comida y alimento espiritual.

Al adentrarte en el Massís del Garraf, te reciben viñas dormidas, pinedas, olivares e intrépidos almendros que empiezan a florecer. Milenarias masies perdidas entre picos y valles, Can Grau, Can Camps, Can Suriol. Ruinas del Castell d’Olivella, bastión medieval, desde el siglo IX custodio de «la frontera», «la marca» que separaba mundos, el islam al Sur, carolingio al Norte.

En este paraíso cercano, escucho el canto del ruiseñor, puedo disfrutar del silencioso vuelo del águila, los cencerros de los rebaños trashumantes que buscan un invierno más suave entre valles que hacen florecer los almendros. Pronto vendrán las abejas con sus danzas y zumbidos y probaremos la dulce miel joven con sabor a almendras, romeros, retamas, tomillo, hinojo….esa la de mil flores. Gusto a Mediterráneo, gusto a Massís del Garraf.

Paraísos cercanos, este que puedes respirar, oler, tocar, ver, palatar.

 

Impresiones de un instante junto a la mar.

Ubres de bronce que espuma de mar dan

montañas azules, lejanas entran a la mar

cañas pescando luz con anzuelos de sueños

mujer de bronce que miras el firmamento

impresiones de este exacto momento

instantes de aire fresco y húmedo

la mar moviéndose en sus adentros

revestir con el corazón la mar, el aire,

las formas del bronce, la luz todo un universo.

Vilanova i la Geltrú mañana de domingo a dos días de la Luna Nueva del centauro arquero.

Mestral rizando la mar.

Hoy visitó la mar un fuerte Mestral,

del Nord Oeste venía cansado de tanto correr

en su loca carrera acarició la mar

su aliento frío la dejó erizada

la mar lo abrazó llena de amor

brillante, radiante de luz, vestida de blanco

como una mujer enamorada

la mar y el Mestral hermosa pareja de enamorados.

Oasis de la marisma

Las tardes junto a la mar y las marismas sin duda tienen algo especial. Tal vez sea la percepción de que el sol se va poniendo muy lento. Puedes sentir la Tierra girar. O tal vez por el lento caminar de los transeúntes del parque. También el nadar lento de los patos en el agua de la marisma y los pequeñitos escondiéndose entre las hierbas con su protectora madre.

Creo que lo especial de estas tardes es que se puede sintonizar los corazones con el micro universo que ves. Es parar el cronómetro. Es convertirte en el mismísimo tiempo. Es ser las aguas, el viento, el sol. Es ser todas las cosas.

Es el momento en donde en el abrazo se mezclan los latidos de corazones, haciendo interminable, largo, inmenso, infinito el beso apasionado. Bocas que sonríen, miradas que penetran, labios que se besan.

Los bancos del parque te invitan al silencio. Si te sientas te transportan a otro tiempo o… mejor dicho te sacan del tiempo.

Así las tardes junto a la mar y las marismas en el parque tienen la puerta misteriosa que cuando la traspasas todo queda blando, tibio, lento. Todo a ritmo de corazón latiendo feliz y contento.

Me dejo abrazar por la tarde, acariciar por el viento, llenar mis ojos de mar, de nubes, de patos nadando lento mientras agradezco al banco que me halla transportado fuera del tiempo.

 

Vilanova i la Geltrú en luna cuarto menguante del primer día de mayo de 2019.

Un trozo de tarde junto a la mar

Junto a la mar, el tiempo pasa lento, o tal vez no pasa. Cada segundo es una ola. Olas que siempre están llegando y nunca pasando. Acarician la playa, las rocas, siempre hay una por llegar.

Por eso al sentarte en la arena, mirar y escuchar a la mar sientes que el tiempo sencillamente, desaparece. Se resbala de cualquier mano que lo quiera atrapar. Sólo te puedes convertir en tiempo.

El rumor continuo de las olas hace tu piel viento para fundirse en el agua infinita de la mar. Es entonces cuando tu piel toca la piel de la mar. Así los dos fundidos en uno recorremos los cálidos caminos de luz que juegan sobre la mar.

Los pensamientos son velas que pasan sin que se puedan atrapar.

El aire, la luz y la mar dejan tu cuerpo liviano, se puede flotar. La gaviota volando parece surgida de un cuadro que un corazón quiso pintar.

Cuando respiras la luz del aire tu cuerpo se puede fragmentar. Ser las olas de la mar, la caricia tibia del sol, las hierbas rojizas de la marisma, la arena húmeda de la playa, la gaviota volando, la vela en su navegar. Eres espíritu que ama, eres los labios que se besan, la mirada enamorada, el susurro al oído de palabras que sólo el corazón puede decir.

Junto a la mar el tiempo desaparece.

Gregal a la tarda

Bufa el Gregal barrejat de marinada

porta petites gotes d’aigua

ja s’olora a terra mullada

eriça la mar amb una carícia apassionada,

la grisor del cel de la tarda

em deixa la cara mullada

el silenci de l’aire

porta el remor de les onades

no escolto les meves passes

sobre la sorra mullada

només respiro la mar eriçada

per les sabies mans del Gregal

que li xiuxiueja paraules apassionades.

Als set dies de la Lluna Nova de setembre, poema per a compartir caminant per la platja deserta. Només dues mans entrellaçades, la mar, el vent i una mirada.

La mar y la primavera

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La pequeña y pulida piedra

se cree asteroide sideral

vuela por un espacio de arena

en su vuelo deja estelas

a la orilla de la mar,

el carey errante sale de la mar

en su corazón crea playas

para bañar los sueños

de quien la quiera mirar,

Pasífae mira a las olas

que la quieren tapar

no sabe la fuerte mar

que a ella sólo el amor

la puede hacer temblar.

 

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Ventana a la mar

Abro las ventanas de mis ojos

dejo entrar la inmensa mar.

Hoy entras calma y mansa,

espejo gris lleno de humedad,

viajeras nubes dejas peinar.

El sol en tu superficie

dos veces puede brillar,

espejo gris lleno de humedad,

¿qué escondes en tu profundidad?

Me imagino volar los peces,

con sirenas jugar.

Guardiana de mil naufragios

llena de almas estás.

Por las ventanas de mis ojos

en mi alma estás

oigo tu rumores de espuma y sal.

Tu mirada enamorada

mi alma puede tocar.

Para los marinos, eres la mar.

Igual que madre amorosa y severa

a tus hijos alimento nos das.

Espejo que reflejas las lunas llenas

los ojos de mi amada me haces llegar,

saboreo tus labios tiernos,

espuma de ola y sal.

Siempre eres camino

por donde partir o llegar.

Acaricio tus suaves caderas,

olas que a la playa van,

entro en tus misteriosas cuevas

de algas que el cielo hacen tocar.

Entonces me fundo contigo,

juntos nos ponemos a nadar,

¿nadar o volar?

sólo recorremos mundos

que el amor sabe crear.

Compañera, amante, espejo de luna y sol,

llena de secretos estás

que en tu profunda alma sabes guardar.

Por eso mi alma te ama con firme pasión,

como sólo lo hacen los hijos de la mar.

 

Escrito viajando en un tren de Vilanova i la Geltrú a Barcelona mientras atravesábamos los túneles del Massis del Garraf con la mar junto a nosotros.

Invierno junto a la mar

 

Mestral o Tramuntana, Xaloc, Garbí o Gregal,

alientos cálidos o helados que erizan la mar.

¿De dónde vienen y a dónde van? me he preguntado,

de ninguna parte y a ningún lugar van, han susurrado.

Sólo queremos acariciar y erizar la mar,

dejar la playa desierta y nuestra huella marcar,

convertirnos en olas encrespadas o en mansa mar

dejar olas en la arena, atrevidas hierbas besar.

Lo que más queremos de todo este loco peregrinar

es que las almas vuelen con nuestras alas

entre el frío y la soledad, el calor y la multitud

esparciendo y mezclando sueños de libertad,

susurros y voces que llevan alegría, amor y paz.

Sólo en la soledad de la fría playa puedes escuchar

las voces y los susurros de los fríos Mestral y Tramuntana,

los húmedos Gregal y Garbí o los cálidos y secos

Migjorn o Llebeig, soplando con fuerza

acariciando o erizando las arenas o la mar.

Susurros del viento a la mar

Llega a la mar

el aire frío

de la montaña,

silencio de nieves

dormidas en cumbres altas.

Llega a la mar

el viento de la montaña,

eriza las aguas

en mil olas

que susurran y braman,

llenando de espuma

la solitaria playa.

 

Cosas del viento acariciando la mar.