Cada vez que llega el mes de setiembre resuena en mi corazón una campana de alegría diciéndome que pronto será primavera. Imposible, en tierras de septentrión vamos rumbo al otoño.
Supongo que debe de ser porque en mi joven invierno austral salíamos del frío y solitario invierno.
Era un momento en que íbamos a disfrutar de la tormenta o el viento helado del Sur que cuarteaba la piel.
Instantes en que recorríamos aquellas soledades de gentes. Sólo de personas porque la compañía eran los lobos marinos, las tortugas gigantes, los poderosos petreles y albatros pescadores en mares embravecidas. Una soledad poblada de multitud de seres de la tierra, de la mar y del aire.
Los días después, del casi siempre puntual «temporal de Santa Rosa», el 23 de agosto, donde los vientos erizaban la mar para que rugiera con furia, en las playas y en las puntas rocosas aparecían miles de regalos de los fondos más profundos. Enormes estrellas de mar, gigantescas caracolas o pequeñas de formas y diseños maravillosos, hasta caparazones de tortugas. Me fascinaban los huevos de manta raya gigante, alguna de estas en estado adulto llegan a sobrepasar los 4 metros de envergadura, los huevos de caracolas, un universo redondo como un útero que cabe en una mano, lleno de líquido en donde flotan pequeñísimas caracolas, creciendo hasta unirse definitivamente con la mar.
No era extraño ver por aquel entonces encontrarte algún naufragio o los restos de uno. Casi siempre había un navío que exhausto de luchar con tan terrible mar acababa embarrancado en la playa, para luego las olas desmontarlo poco a poco con poderosa saña.
Subir aquellos interminables médanos blancos para divisar al Sur la mar azul oscuro, fría y profunda, al Norte las fértiles praderas verdes esperando primavera era un espectáculo que quedó en mi corazón escrito con letras e imágenes de amor.
Supongo que es este maravilloso encuentro el que hace que a pesar de estar en donde esté, cuando llega setiembre suene esa campanita en mi corazón diciéndome «pronto es primavera».

Perdón por la calidad de las fotos pero son «fotos» hechas de fotos en papel, o sea de las de antes.
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