La calle en las noches de verano

Una de las pequeñas cosas que me gusta disfrutar es caminar despacio por las calles a altas horas de la noche en verano.

El calor húmedo de mi pueblo dormido a orillas del Mediterráneo, lo envuelve todo.

Así sin el ruido del tráfico diurno todo queda bochornosamente estático, pegajoso, enganchado en las invisibles gotitas de vapor de agua que vagan sonámbulas por el aire.

Como si de un éter misterioso se tratara, hace que la ciudad entera se abra, a olores y sonidos.

Al salir del portal de mi casa me llega el repiqueteo monótono y familiar de los motores de las barcas de luz que van a la sardina y el boquerón.  Las vas contando por el repiqueteo más cercano o más lejano y las llegas a ver yendo mar adentro entre la mar y el aire mojado.

Escuchando tus pasos en el silencio alumbrado por las farolas de la calle, los edificios empiezan a hablar en multitud de soliloquios.

Las ventanas abiertas en un intento inútil de mitigar el calor del día dejan escapar frases,  músicas, conversaciones de películas, gemidos… que casas y edificios intentan  guardar con celo, pero rendidas al agobiante calor del verano.

Mientras caminas escuchas entrecortado el diálogo de alguna película… «Yo he visto cosas que vosotros no creeríais. Naves de ataque en llamas más allá de Orión. He visto rayos-C brillar en la oscuridad cerca de la Puerta de Tannhäuser. Todos esos momentos se perderán en el tiempo, como lágrimas en la lluvia. Es hora de morir.»….

Entre una sinfonía de Mozart, no se si la 35, 19 o 41 relajando la tensión del calor del día, surge una voz diciendo: «nos tendremos que acostar, mañana con calor o sin calor hay que madrugar, el asunto será poder pegar ojo».

También sale de las ventanas de casas y edificios la voz de los realizadores de programas de televisión que le llaman de «entretenimiento», de esos que nos evaden de pensar en problemas u obstáculos y nos llevan a «ver pasar la vida» desde un sofá.

Pero los sonidos que más me gustan que salen a la noche de las anónimas ventanas, son los jadeos del amor. Aquellos que dos cuerpos desnudos producen en ese mágico instante de unión, de sincronía universal. Creo que es el sonido que mezclado con el repiqueteo del motor de las barcas de luz más armoniza el aire húmedo y pesado dejando el cielo lleno de estrellas resaltando inmensa la Vía Láctea.

Luego para completar el deleite del paseo, te puedes sentar en el banco de alguna plaza solitaria y oler el perfume de magnolias y jazmines escuchando cada vez más lejano los sonidos de la noche de mi pueblo dormido a orillas del Mediterráneo.

 

Luna en cuarto menguante del mes de Julio de 2019 o el día del Año Nuevo según el calendario Maya de las trece lunas.

oznor

oznor

 

¿A dónde van las palabras?

remington

A veces me pregunto a dónde van las palabras que no se dicen con la voz o con el lápiz o con la máquina.

Por eso me gusta decirlas en voz baja, susurradas, casi intuidas, dibujadas manuscritas o repiqueteadas como la lluvia fresca cayendo en la hojarasca.

Cuando las susurro es porque tengo una oreja junto a la boca con una cabellera recogida a un lado de la cara.

Un cuello y una cara por donde extender las palabras, oliendo el pelo cual flor perfumada.

Cuando las escribo, dibujo prominentes caderas que acarician mis manos y recorren mis labios llenos de palabras.

Es cuando dibujo sintiendo su trazo que entro en el corazón de esa mujer soñada que me permite bañarme en sus sueños más profundamente guardados.

Sintiendo su alma estremecida por el cosquilleo de las palabras.

Todo vuelve al inicio, al momento de la creación máxima, a donde todo comienza y en donde todo acaba como un eterno círculo que por los mundos viaja.

Escribiendo esto ahora se a donde van las palabras que no se dicen o escriben.

Vagan por el aire como fantasmas o como semillas de cardos llevados por el viento de montes y prados.

Esperan pacientes ser depositadas en algún alma o simplemente en un trozo de tierra fértil o tal vez en la grieta de una roca solitaria.

Así serán escritas o susurradas el torrente de palabras surgidas de la Nada.

 

A casi cuarto menguante de la luna de julio de 2019.

 

Sueño de una noche de verano

El día había estado encendido de calor. Así que la noche sería de insomnio largo, pegajosa sin dejar que la luz fría de la luna llena refrescara las sombras.

Me levanté cansado, sudoroso más que somnoliento. No estaba malhumorado de no haber podido dormir por el calor húmedo que hizo naufragar mis sueños. Más bien pensaba que había podido disfrutar durante la noche de la luz de la luna recorriendo la habitación, entrando por el ventanal abierto de par en par. Brisa no entraba ninguna, el patio con sus árboles estaba con las hojas como engominadas, con la forma que les había dejado el día. Eso si entraba una luz cremosa de luna llena. Le daba a la habitación un aire de profundo misterio, desde la sombra que proyectaba el armario hasta la silla con la ropa desarreglada por la prisa de quitármela para intentar refrescar el cuerpo, se producían formas y figuras que la imaginación se encargaba de hacer para combatir el insomnio bochornoso. También sentía una contenida alegría de haber podido disfrutar de los perfumes de las flores del patio. El jazmín inmaculado y la exuberante y verde dama de la noche, en lugar de competir decidieron mezclar sus perfumes para hacer del insomnio una noche de dulzura infinita. La atmósfera estática y húmeda actuó como una prensa invisible y suave que estrujó las flores sin dañarlas, para que estas llenaran el aire denso de un perfume dulce, fresco, envolvente, delicioso, casi palatable más que respirable.

La noche tropical absorbió mis sueños que se mezclaron con el aire húmedo y cálido.

Entre sombras quietas de rayos de luna llena fue pasando la noche de sueños de ojos abiertos y perfumes dulces en el aire quieto.

El canto del mirlo me dijo que en cualquier momento el sol acostaba las estrellas. Empezaría el día tal vez cansado y lento pero con el corazón lleno de perfumes, sombras misteriosas y sueños de ojos abiertos.