Caminos de luz

La luz solar penetra el bronce de Pasífae colándose entre sus patas.

Lentamente, como sin querer, de oro se visten las aguas.

Las gaviotas no pueden resistir volar y bañarse en doradas aguas.

El sol como un cántaro brillante aboca su luz líquida dorada,

momento de las almas que se aman para caminar juntas en los cielos y en las aguas.

Atardecer del Mediterráneo con las aguas calmas,

en mis ojos y en mi alma queda guardado este instante de magia.

Rumbo a la segunda luna nueva del mes de octubre de 2016.

 

Sonrisa en el cielo 

Verte sonreír al alba, 

es una alegría al alma. 

Ríes porque despiertas al sol 

cansado de tanta noche. 

Tu sonrisa amorosa, 

dice que te ocultarás, 

no para desaparecer 

sino para renacer 

en la promesa perenne, 

de la próxima Luna Nueva. 

Aire de otoño

La tarde sentada en un banco del parque, mira llegar al otoño.

Viene del Norte, escondido en el aire, pegado a las nubes,

llega la paz a las playas desiertas, las marismas inundadas.

Viento otoñal escondes la luz en los corazones igual que la sabia,

llenando de amarillas hojas los parque, las plazas, las almas.

Otoño que te sientas en los bancos del parque, sabia guardada en la raíz,

luz infinita te guardo en mi corazón igual que brillante tesoro.

 

Lluvia 

Despertar con el repiquetear de la lluvia en los techos. 

Ver las gotas acariciar los frutos del granado. 

Oler a tierra mojada humedecida por caricias de agua. 

Mirar al cielo y saborear en la boca las gotas de agua. 

Sentir la alegría de las plantas, sintonizar tu corazón, 

con el repiquetear de lluvia en las hojas brillantes de las plantas. 

Instantes en los que la vida pasa, 

fundirte en el corazón de la lluvia y de las plantas.

Amanecer de luna menguante, saboreando unos mates. 


Hermosa y misteriosa

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Hermosa y misteriosa, siempre me sorprendes,

tal vez porque te paseas luminosa por las noches,

tal vez porque guardas todos mis sueños.

En la oscuridad de los cielos surcados de nubes,

eres la luz que guía a caminantes de la noche,

eres la promesa de la luz en las tinieblas.

Tú misma eres un sueño que  guarda sueños.

Habitáculo de pensamientos, creadora de suspiros,

inspiradora de besos, por las calles camino,

envolviéndome en tu luz para vivir el sueño.

 

A la hermosa luna llena de hoy 19 de octubre de 2016, que me sorprendió mientras caminaba por una solitaria calle otoñal.

Superluna, atardecer, peregrinos del aire.

Hay momentos en la vida en que los sentidos se inundan de belleza.

Sentir tus pasos, viendo salir la enorme luna llena entre mástiles de barcos, al oeste desangrarse el cielo en colores rojizos surgiendo en sueños de la bruma de las marismas, peregrinos del aire, aves migratorias, descansando del viaje en aguas que los alimentan y proporcionan un seguro descanso nocturno. Todo eso hace que las almas se fundan en el paisaje, en el inmenso crisol del Universo.

El silencio del vacío 


Entrar en el silencio, es entrar en el vacío,

miro la mar unirse con el cielo, 

mi corazón se expande surcando cielos, 

veo la Tierra navegando veloz en el espacio vacío, 

el sol y los planetas girando en una galaxia llena de vacío. 

Galaxias girando en un cúmulo, rodeado de vacío, 

cúmulos de galaxias girando en un infinito vacío. 

En el vértigo de esta inabarcable danza, 

mi mirada se pierde en la mar uniéndose al silencio del vacío. 

Mi corazón sabe que es partícula de partícula, 

surcando eterna el silencio del vacío. 

Tarde de lluvia

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Las tardes de lluvia en otoño tienen algo especial. Aunque la lluvia, sea un motivo de alegría en si misma, ya que es un regalo de las nubes en forma de agua que es la vida, pero si se produce en otoño y en una tarde, es capaz de hacernos vivir momentos de eterna dulzura, calma y felicidad. Si por el devenir diario, no lo estás viviendo, la lluvia de la tarde de otoño se las arreglará para que en nuestros corazones evoquemos y «volvamos a sentir» aquella tarde, cercana, lejana o venidera, porque como ya sabemos el tiempo es un inmenso mantel de una invisible mesa, en el cual podemos ver los dibujos del mismo en el centro, en los bordes o en cualquier lugar del mantel, solamente tenemos que mirar a un lugar determinado, no hay líneas rectas.

Así que ayer, el segundo día de la luna creciente de Libra, estuvo lloviendo casi toda la tarde. Al ir esquivando los charcos de la calle, el aire húmedo y fresco me iba llevando a un punto del mantel en el que me veía niño, con mi túnica blanca arrugada, mojada y la moña azul colgando goteando agua sujeta por un nudo hecho de cualquier manera cuya única función era que no se perdiera la moña y que más o menos estuviera rodeando el cuello. Volvía de la escuela a casa, la cartera pequeña de cuero completamente empapada, conservaba bien secos los cuadernos, libretas y lápices que guardaba. Las medias, otrora hasta las rodillas, se agolpaban enrolladas como un mazacote informe y seguían sumergiéndose en el agua que guardaban los botines, después de haber caminado por todos y cada uno de los charcos de agua.

Sentía el sonido de los botines en el agua y las gotas de lluvia recorriendo mi cara, pasando la lengua por los labios para beber el agua. Instantes felices de la tarde de otoño, lluviosa de abril o mayo. Al llegar a un cordón de la vereda y ver la fuerte correntada descendiendo calle abajo, abrir la cartera y sacar aun medio doblado el botecito hecho en la escuela clandestinamente con papel de estraza, porque sabíamos que al salir encontraríamos antes de llegar a casa un buen río para que nuestro bote navegara antes de ser engullido por las enormes «boca tormentas», como le llamábamos a las alcantarillas. Cómo navegaba de rápido, compitiendo con hojas y palitos de ramas. Saludaba su viaje veloz y le enviaba un mensaje a las aguas de otoño que alegraban las calles.

Luego tiritando de mojado, entraba en casa donde sabía me esperaban la ropa seca, una taza enorme de cocoa o leche caliente con gofio y el delicioso pan marsellés untado con manteca y azúcar o dulce de leche……mmmmmmm. Una vez repuesto y al calor del «primus», escuchando la noche que empezaba a caer con las gotas de lluvia, después de hacer «los deberes» acompañados de algún dibujo con acuarelas de agua sobre hojas de garbanzo, siempre escuchaba alguno de los cuentos de Fernán Silva, Constancio Vigil o algún capítulo de «Corazón» de Edmundo de Amicis, sobre aquel valeroso niño de la Lombardía del siglo XIX.

Después venía la noche espesa, llena de lluvia para arrullarnos entre sueños y aventuras de los seres que poblaban los cuentos.

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Otras veces las tardes de lluvia en otoño, si no lo estás viviendo, te pueden llevar a ese lugar del mantel en el que convertido en un muchacho caminabas por un parque mojado abrazado de la mujer amada, los dos bien juntitos porque hay un sólo paraguas. Escuchar los pasos de ambos como si fuera uno solo, acompasados por el monótono repiquetear de la lluvia en el paraguas, entonando una canción de amor tan dulce que te detenía sobre cualquier charco y girando los cuerpos hacía que se encontraran los labios entonces, apartando un poco el paraguas dejábamos que las gotas de agua recorrieran las caras y mojaran aun más las bocas y los labios. Era cuando todo el Universo giraba en torno a la risa que provocaba las cosquillas del agua. Caminar por las arboledas mojadas que ya amarillaban sintiendo la lluvia de la tarde de otoño cayendo sobre el paraguas, es la magia que te dice, se puede mirar otro punto del mantel del tiempo y grabar un momento de alegría, tranquilidad, paz y calma……sólo lo tienes que ver con el cristal de tu alma.

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Las olas viajeras

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Ola y espuma que llegas de la mar,

cuéntame que viste en el fondo abisal.

Caminaste en la inmensa oscuridad,

de la mar quieta y calma,

donde las redes no pueden llegar.

Dices hay un reino de peces y algas,

en penumbra siempre,

porque el sol no puede llegar.

Dices que a las sirenas viste peinar,

mientras juegan en naufragios,

que las olas llevaron al fondo de la mar.

Déjame escuchar el silencio

que habita en la profundidad.

Ola viajera que vienes del fondo abisal,

cuántas cosas me dices y cuentas,

cuando a mi playa quieres bañar.