OTOÑO

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Ver las golondrinas emprender el vuelo, los árboles preparar las hojas vistiéndolas de ocres para formar el manto que cubrirá sendas y caminos. Manto que ocultará el tesoro de las setas que vuelven a reinar en los bosques. Vides que se preparan al letargo del sueño después de haber dado sus frutos, que se convertirán en risas, cantos y celebraciones en las mesas de invierno.  Atardeceres de oro en los caminos de la mar, con el sol pintándolo todo, nubes, arena, agua y esa realidad de paz en el aire que hace volar lejos a los espíritus uniendo a las almas que se aman.

Llega la quietud, llega la calma, llega el tiempo de sentarse en el margen de un camino o en la roca junto a la mar, escuchar y dialogar con duendes y hadas. Como su comunicación es instantánea, si los escuchas te hablan de lugares fabulosos que nosotros con el cuerpo denso nunca hemos estado. Te hablan de sonidos, perfumes y sabores de bosques lejanos, de ciervos que braman buscando a su amada. Otros te hablan de seres del fondo de los mares, de estrellas surgiendo de horizontes interminables, de olas que llevan mar adentro miles de secretos confesados en la orilla de una playa.

Esto es OTOÑO, ese lugar de dicha y calma, que nos lleva al interior más recóndito de nuestros corazones.

El otoño de los sueños, el otoño que nos abre puertas a otras dimensiones y realidades, el otoño que acrecienta los amores.

Feliz otoño, les deseo a los posibles e incautos lectores/as, de estas líneas, también a todos los que no lo lean y que todos encontremos la felicidad, que la tenemos escondida en nuestros corazones.

Dejaros llevar por el giro de la Tierra y entrar en el sueño que en la primavera despertaremos para vivirlo en el verano.

Un abrazo, Vilanova i la Geltrú, día de la luna llena de libra de 2015. Por cierto a la madrugada eclipse de luna. Buen inicio.

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AMARRANDO LA BARCA SOLAR.

Otoño a las puertas

Las golondrinas navegan con rumbo claro entre nubes y cielos azules de septenntión.

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Cielo de otoño.
Las golondrinas
Llevan mi amor
A un lugar del Sur.

Carta a mi hermana con motivo de su 70 aniversario

13 de septiembre de 2015.

Mi querida hermana Sonia, Tonia o Moña como siempre te dije.

Hoy llegas a las 7 décadas de existencia. Eso me recuerda que en unos meses yo llegaré a las 6.

Bueno creo que 70 años se han de celebrar por todo lo alto. Se que vas a estar rodeada de todos tus hijos y nietos, pero, en físico, faltará tu hermano. Digo en físico porque estaré por ahí contigo tomándome unos mates dulces seguramente con alguna torta frita.

Sacaba las cuentas que compartimos de vida once años, compartiendo casa, después vos te casaste, yo me fui a Rocha, por cierto mi primer exilio, luego volví a Montevideo, pero nos veíamos más esporádicamente, nos cayó la dictadura, estuve unos cuatro años y marché para España, en la cual ahora en noviembre se cumplirán 37 años por aquí.

Esos once años juntos (para mi fueron desde mi nacimiento), nos crearon unos vínculos que van más allá de la sangre paterna que compartimos. Por esa sangre, venimos de seres longevos, que se fueron una vez estaban aburridos. Sangre que viene (respetando todas sus mezclas y aportes), del Padre de la Patria, José Artigas, algo que siempre hemos llevado con el máximo orgullo y discreción.

Volviendo a esos años, vistos desde la atalaya del tiempo, fueron para los dos tremendamente duros y difíciles, no entraré en detalles que ya nos son conocidos, pero esa dureza, nos unió para siempre en un equipo de mutuo apoyo verdaderamente indestructible.

Se que sabés que para mi fue de vital importancia, aquellas tardes de verano, o las noches de invierno junto al primus, en que me leías cuentos, que quedaron en mí gravados para siempre, de nuestra querida Juana de Ibarbourou, en donde entrábamos en la “mancha de humedad”, corríamos con Chico Carlo, o bebíamos agua del “cántaro fresco”. O cuando me leías “Corazón” y viajábamos a la Lombardía, emocionados por el valor de aquel pequeño vigía. Llorábamos con Platero, nos reíamos a carcajadas con Juvenilla y aquel “robo” de membrillos en la quinta de los vascos. Viajábamos con Andersen con la Sirenita o nos helábamos juntos con la Vendedora de Fósforos.

También vivimos todo el mundo sobrenatural de los espíritus, fantasmas y aparecidos, tal vez para escaparnos de ese “mundo real”, que a veces nos era tan duro.

En las noches de verano estrelladas de nuestro Sur, que tiempo después he podido comprobar que se ven muchas más estrellas que en el Norte, dibujábamos la forma de las constelaciones. La preferidas mías eran y siguen siendo, la Cruz del Sur, que ahora sólo la puedo ver con el corazón, la Siete Cabritas, o las Pléyades, y el magnífico gigante de los cielos, Orión, con sus perros siempre alertas para proteger el firmamento. Cómo olvidarme de aquellas heladas noches de junio, para San Juan, que salíamos al fondo tiritando para ver si florecía la higuera, muertos de miedo porque dice la tradición que la higuera florece en la noche de San Juan, pero los que ven su misteriosa flor, quedan locos. Parece que nunca la vimos, o tal vez sí y no nos damos cuenta, porque ya sabemos que el loco nunca dice que está loco.

Quiero decirte que en esa breve década que compartimos todos esos sueños, quedó en mi gravada a fuego, que a pesar de “disfrazarme” de hombre adulto, serio y correcto, debajo de la piel, sigue viviendo el niño aquel que soñaba junto a su hermana, mundos e historias, que en ningún momento he renunciado a lograrlas.

Hoy la física cuántica nos da algo la razón, así que si vimos la flor de la higuera, tal vez nos llevó por el camino correcto.

Hermana querida, Negra linda, Tonia, Moña, mi abrazo, mi cariño y mi amor para vos en este día, para que lo disfrutes y te sientas feliz y que sepas que seguimos soñando.

Por acá te desean mucha felicidad, Elisabet, tu sobrina Natàlia, Iker, y Naia tu sobrina nieta y por supuesto tu hermano chiquito que te quiere mucho.

Besote, Fernando.

Va una foto que encontré, a mi se me reconoce solamente por el lunar en la muñeca izquierda, que todavía lo llevo, creo que fue en mi cumpleaños de 1 año, así que vos tenías 11.

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Relato breve: «Tormenta en la mar»

tormenta2 tormenta3 tormenta1Tormenta en la mar Clic aquí.

 

La flor en la niebla

Segundo día de la luna llena de virgo de 2015.

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Los que estábamos en el círculo, sentados sobre la arena pedregosa de la pequeña playa junto al remanso del gran río, en silencio, con los ojos fijos en la danza de las llamas de la hoguera que presidía el centro, sentimos el frío húmedo que empezó a envolvernos.

Como un misterioso espíritu del agua, empezó a surgir del río, primero en forma de vapor bajo, casi acariciando las aguas, luego como una enorme cortina pesada y gruesa de esas que se usan en las ventanas sin persianas para no dejar pasar la luz del sol, la niebla.

Era una niebla vespertina, húmeda y fría como todas las nieblas que nacen en las aguas, pero sobretodo, misteriosa, silenciosa, lenta, imparable.

Casi no nos veíamos los que integrábamos el círculo, sólo distinguíamos siluetas en forma de campana, alumbradas por el vacilante lamido de las llamas.

Estrechamos el círculo para sentirnos más arropados, es que al no ver nada sólo nos llegaban sonidos, antes imperceptibles, desde el río y el monte. Sonidos que intentábamos descifrar con frases tranquilizadoras: «ranita que salta al agua», «aperiá cazando insectos», «yaguatirica merodeando»…… Pero lo más inquietante eran las sombras que se formaban cuando la brisa soplaba la niebla y aparecía meciéndose la rama de un ceibo o tal vez la de una coronilla o quebracho.

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Lo cierto era que estábamos rodeados de un concierto de sonidos de la vida del monte y del río, acompañados por el crepitar de las llamas, avivadas de vez en cuando por un tronco que una de las manos del círculo aportaba, fundiéndose en fuego lleno de chispas que la niebla se llevaba.

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Seguimos, no se cuanto tiempo, porque cuando estás así, el tiempo se para, en ese silencio a gritos, lleno de respiraciones calmadas, mientras la noche avanzaba en el misterioso manto de la niebla espesa, húmeda y liviana.

Estábamos adormecidos, casi diluidos en las minúsculas gotitas que forman las nieblas. De pronto alguien formula una pregunta: ¿qué es el amor?, ¿cómo definimos con palabras al amor?

Por un momento, las sonrisas brillaron en las caras pensando en lo fácil de la respuesta. Pero conforme las mentes buscaban una definición y no la encontraban, el silencio con sonrisas se alargaba.

-El amor, es el amor y ya está. -dijo el pragmático.

-Sí, pero qué es? ¿querer a alguien, una mujer, un hombre, un hijo, hermano, amigo, o practicar sexo, entregarte a un ideal, a un trabajo…?

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A todas estas cosas las podemos definir como «sentir atracción», «hormonas que actúan en nuestro cuerpo», «compañerismo, solidaridad, protección, comodidad….» Pero AMOR ¿qué es?

Entonces alguien del círculo dijo: -¿y si no es una sola cosa, sino el compendio de miles de cosas, tal vez infinitas cosas?.

El círculo entonces convino que tal vez el AMOR sea todas las cosas.

Hubo un momento, en el que la niebla dejó un túnel claro y nos dejó ver el río ya casi convertido en una cinta oscura difuminándose sobre ella la negra silueta del monte de la otra orilla. Al ver esa pequeña brecha de luz, surgieron definiciones, como cuando surge el sol en el horizonte después de un largo amanecer.

AMOR es desear volver a formar parte de la gigantesca estrella que un día se fragmentó en miles de millones de seres. Es reconocerte en el árbol, la flor, la mariposa, el gusano, la piedra, la  montaña, el fuego, la vida, la muerte, la alegría, la tristeza, la dicha, pena… Es reconocer y aceptar los átomos y partículas con las que estuviste junto, total o parcialmente.

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AMOR es saberte parte de todo, amar al hijo porque sabes que es parte material tuya, en el ADN aportado por los genes. Amas a los árboles porque vive en ti el oxígeno que generan sus células, amas a las rocas porque le dan sus minerales al agua que bebes y mineraliza tu cuerpo. Amas el agua porque sabes que eres tú. Amas a una mujer o a un hombre, porque sabes que juntos hacéis el todo y se vuelven a encontrar las partes que se separaron cuando se fragmentó la estrella. Amas al sol porque sabes que sus fotones de luz son los que alimentados por tus pensamientos crean los mundos en los que quieres vivir, mundos maravillosos o terribles, pero mundos en los que tú quieres vivir y desarrollar tu plan de alma.

Eso es AMOR, saber que estás y eres parte del todo, que eres el alfarero que crea todas las cosas.

Con este pensamiento, la Paz y la Calma se apoderaron del círculo. La sensación era la de girar en un gran círculo siendo parte de todo. Eramos la sonrisa de cada uno, eramos a la vez todos los corazones, nos hicimos UNO con la Tierra que nos sustenta, con el río, con la niebla, con el aire, que a modo de un solvente mágico nos diluía resplandeciendo como soles, creando mundos, asegurando la llegada a casa, la casa del AMOR.

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