Creo que me gusta el viento porque acerca cosas lejanas. Por ejemplo una mirada.
¿Qué esconde el viento en sus invisibles alas?
Sólo veo mecer de ramas, arena rodando por la playa, olas encrespadas o en remansos de agua, ondas, que los hacen parecer calles empedradas. Cometas de papel y cañas pintando cielos, sujetas por hilos en infantiles manos.
Viento frío que vienes de lejos. De vastas llanuras heladas o de montañas nevadas.
Las nubes viajan rápidas, parecen muy livianas.
Por eso, creo, me gusta mirar el viento, porque me acerca tu mirada.
Aquella que salió de tus ojos en una noche lejana o ¿en un amanecer de rojos, amarillos y naranjas?
Mirada maravillada, mirada de luz que viaja eternamente, como la luz de cualquier estrella solitaria.
En el viento nuestras miradas se encuentran, se aman. Juntas viajan a lugares magníficos, llenos de olas, montañas, praderas heladas, arenas volando por dunas lejanas.
Dame la mano, perdón, unamos nuestras miradas. Viajemos con el viento, susurrémonos palabras.



