El aire limpio y seco de la alta montaña,
llena mi cuerpo y alma de paz y calma.
Siento el espíritu elevarse,
a las cumbres más altas,
blancas y heladas por la nieve.
Espíritu que también, baja a la tierra,
se enraíza y penetra en ella.
De la pequeña pero fuerte raíz
surge la trémula hoja,
junto a esta la flor lila
de cuatro pétalos radiantes,
se deja acariciar
por frescas gotas de agua.
Baja y sube el espíritu,
mi cuerpo y alma vibran.
Sentir la inmensidad de la montaña,
su aire puro, cristalizado, trasparente
de miles de aguas bajando de la nevada.
Llevan granitos y pizarras.
Imposible no sentir a las hadas,
dones d’aigua, ninfas u ondinas.
Energías de las aguas.
Sientes su amor envolvente,
nadie como ellas para llenarte de calma.
Te dejan un mensaje claro: te aman.
Si te acercas con el alma,
sabes que te amarán por siempre.
Sólo tienes que verlas en las flores,
en los bosques, en los saltos de agua.
Las puedes ver peinarse en las cascadas,
escuchas sus cantos mientras el viento,
mece y se filtra por las ramas.
A cambio de su amor eterno,
ellas sólo quieren tus palabras.
Palabras de amor que del corazón emanan.
Esa alegría de tu espíritu en calma,
alimenta a las hermosas hadas,
con una sonrisa enviada, con un pensamiento alegre,
o de pequeños paquetes de palabras,
que ellas saben abrir despacio,
con sus manos de oro y plata.
Palabras que vuelan como semillas,
suavemente enganchadas en borlas blancas
que la brisa hace volar o un suspiro enamorado,
vuelan y se enraízan en prados o en almas.
Así florecen amores de otros tiempos y dimensiones.
Palabras y semillas que forman amores y flores,
sólo hay que regarlas con la lluvia fina,
de la alegría, la paz y la calma.
Si las dejas florecer, en tu alma,
siempre sentirás el profundo amor de las hadas.
Por eso, por eso, me gustan estas montañas,
porque con ellas y la magia de sus hadas,
puedo crear mundos de amor sublimes,
que sólo los corazones los sienten enteros
como a las montañas.
“Fui a los bosques porque quería vivir deliberadamente; enfrentar solo los hechos de la vida y ver si podía aprender lo que ella tenía que enseñar. Quise vivir profundamente y desechar todo aquello que no fuera vida…para no darme cuenta, en el momento de morir, que no había vivido»
Henry David Thoreau.
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Gracias por el comentario. Tal vez en las montañas está escondido el misterio de la vida, pero creo que allí sólo está la llave que abre el corazón. Entonces empieza la vida.
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Muy bueno tu post. Quizás el joven Thoreau, con su estadía en los bosques de Walden, encontró la llave y luego regreso a la civilización, con su corazón abierto.
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Efectivamente, todo gira entorno a la alegría, cosa que se consigue abriendo el corazón. Cuando estás en los bosques, desiertos, montañas grandes praderas, navegando en la mar o frente a ella es cuando te sientes parte del TODO y es ahí cuando pasas a la «civilización» y esta deja de estar poblada de soledades.
La Naturaleza te da la llave que te abre la puerta de la maravillosa, intensa diversa unidad que es la VIDA.
Eso es lo que descubre Thoreau.
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Si Fernando, quizás va por ahí la cosa. Gracias por tu reflexión.
Después está la recarga de naturaleza cuando vivimos en ciudades o nos resulta insuficiente una plaza. Eso me imagino que hacía Thoreau en tantos caminos que realizó en su vida. San Francisco de Asís hacia lo mismo. De la gente a la natura, de la natura a la gente.
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