Sentarse a ver pasar la nubes, dejar ir la vista más allá del horizonte, escuchar el susurro del viento al pasar las agujas de los pinos, sentir la lluvia mojando tu cara, ver danzar la llamas en el fuego…., son eternos instantes que nos colocan fuera del espacio tiempo, nos llevan a otro mundo, tal vez a otra dimensión. Ese sentirte UNO con lo que estás viendo y sintiendo, nos dice que existen varios mundos por los que podemos transitar.
Es entender los «relojes blandos» que tan magistralmente pintó Salvador Dalí. Un reloj reblandecido colgando de un árbol o deslizándose por una roca en un mundo de formas imposibles. Exactamente eso, entrar en el mundo de los sueños, que tal vez es el «real».
Cuando vemos desde un lugar quietos las nubes pasar, cielo y mar fundirse en el horizonte, escuchar al viento….estamos «pintando», «grabando» un cuadro bidimensional, plano, que al proyectarlo se transforma en un holograma tridimensional. Holograma que es nuestro universo, el de cada uno, de acuerdo al «cuadro» que hemos pintado.
Para «pintar» cuadros bidimensionales en los cuales queramos vivir el viaje de la vela rumbo al sol, sólo tenemos que «invocar» a la alegría. Sentir un corazón en un abrazo, jugar como niños, con un perro, un gato, saborear un beso, sentir la caricia dada y recibida, respirar sabiendo si el aire es frío o cálido, esos son los pinceles, las pinturas, la paleta y el lienzo para hacer nuestro cuadro que será el holograma de nuestro universo.