Noche de viento
Tropilla de caballos corriendo en la noche, decenas de cascos percutiendo la tierra.
La noche oscura y estrellada me lleva a mi infancia lejana.
Me acurruco con miedo envuelto en las frazadas.
El aullido misterioso de un monstruo se cuela por las rendijas de la ventana.
En la seguridad de mi cueva de mantas escucho como brama arrancando ramas.
Ningún gallo canta, ningún perro ladra sólo se siente el temblar de frágiles casas.
Estruendo de cosas que se arrancan chispas de cables liberando electricidad desbocada, ruido de metales, maderas, techos y casas arrancados, rotos, desgarrados, prisioneros de la turbonada.
Mañana la calle estará cambiada.
Toda esa furia desatada, la escucho con miedo desde mi cueva hecha con frazadas.
Siempre me imaginaba un malévolo gigante soplando con fuerza sobre mi casa, mi barrio mi querida ciudad que sólo quiere dormir tranquila a orillas del Río de la Plata.
Ese gigante de vez en cuando sigue soplando ya no tengo mi protectora cueva de frazadas y estoy muy lejos del Río de la Plata
Tal vez porque ahora se que ese malévolo gigante es el viento que insistentemente quiere recordarme que todas las cosas cambian y que sólo sopla de vez en cuando. Por eso mi alma es capaz de volar con sus alas.
Vidas, amores, sueños, también barrios, recuerdos de infancia.
Un recuerdo por si viene el «temporal de Santa Rosa».