Las tardes del otoño ya casi invernal junto a la mar son una fiesta para los sentidos.
En este trocito de orilla de la mar Mediterrània, Vilanova i la Geltrú, conspiran varios paisajes para hacer los atardeceres espectaculares. El sol, la mar, las marismas, las aves, los sonidos, los olores, la playa con la arena fría, el aire fresco y húmedo que lo envuelve todo. Si dejas entrar todo eso a tu alma ocurre la magia. De pronto te sientes como un astronauta que viaja en una gigantesca nave que está viva. Que respira, siente y te lleva en un eterno viaje estelar orbitando una galaxia.
Hoy desde la ventana de mi trocito en la orilla de la mar Mediterrània, vi una hermosa estrella, dicen que es una enana blanca, fundirse en las aguas. Iluminaba todo pintando de colores imposibles el cielo y las aguas. Iluminaba los peces que las fragatas hábilmente pescaban entrando como certeras flechas entre las olas del agua. Mientras las fragatas llenaban de comida panzas, yo me llenaba de luz el alma.
Unos patos salvajes, que pasan el invierno en estas latitudes más cálidas, tomaban un descanso en las aguas de la pequeña marisma.
Desde mi ventana de la nave la estrella alumbraba la luna semilla creciendo hasta llenarse de susurros y suspiros de tantas almas.
Podía sentir la nave navegando veloz entre las estrellas de la galaxia.
Tercer día de Luna Nueva de noviembre de 2017.